2 nov 2012

LA VIDA EN EL CALCOLÍTICO PENINSULAR: LOS MILLARES

Hay un momento en el Neolítico a partir del cual algunas comunidades van paulatinamente abandonando los hábitats en cueva en favor de asentamientos de mayor tamaño y más estables.  Nacen así los poblados que nos han permitido identificar y definir mejor el período Calcolítico.  En ellos encontramos estructuras domésticas sólidas y con una manifiesta preocupación defensiva documentada por la elección de lugares destacados para su ubicación y por la construcción de una o varias líneas de murallas de piedra, a menudo reforzadas por torres y bastiones de planta circular o cuadrada.  Las necesidades defensivas están corroboradas por la abundancia de puntas de sílex, tanto en los propios poblados como en los ajuares funerarios.  Dado que el yacimiento más llamativo de la Península es el de Los Millares (Almería), lo tomaremos de ejemplo para mejor explicar el período que nos incumbe.
Durante su época de apogeo, todavía precampaniforme, se refuerzan las torres y bastiones y se construyen las grandes murallas exteriores del recinto.  Se intuye que la ampliación de murallas podría responder a una expansión paulatina del núcleo poblacional de dentro afuera por razones demográficas.  La construcción de fortines es una muestra más que evidente de unas necesidades defensivas que hablarían claramente de una época de conflictos.  Estaríamos, pues, ante una línea disuasoria frente a comunidades muy próximas que han quedado identificadas (hablamos de Los Millares) por sus sepulcros megalíticos.  Seguramente se trataba de asegurar los recursos mineros de la comunidad.  
Las necrópolis están extramuros y se extienden por las suaves pendientes frente a las murallas (en el caso de Los Millares se han localizado un centenar, la mayoría tholoi).
Debemos ante todo considerar la diversidad geográfica y la necesidad de repartición de recursos de estas comunidades.  Los poblados están todos situados en lugares con un alto potencial agrícola y ganadero.  La mejora técnica de las actividades agrícolas y ganaderas pudieron muy bien absorber el incremento demográfico derivado de una sociedad próspera y floreciente.  La existencia de un clima árido en la actualidad en la zona de Los Millares suele conducir a error, puesto que los estudios han arrojado unas condiciones mucho más benignas en la época calcolítica.  De hecho sabemos que hubo un mayor grado de humedad a partir de los restos óseos y paleobotánicos de algunos poblados: se han encontrado restos de nutrias, castores, aves acuáticas, así como de ciervos, cerdos, corzos, gamos y carbones de encina, que serían un reflejo de la mayor abundancia de humedales y de bosque.  
La distribución de los poblados pone de manifiesto la valoración del agua como recurso imprescindible, no sólo para el consumo humano sino sobre todo para su utilización en el regadío.  Se han encontrado restos de acequias en Los Millares y el Cerro de la Virgen, aunque resulta difícil confirmar su verdadera antigüedad; no obstante aceptamos que no eran necesarias complejas estructuras para la irrigación, máxime para una cultura que construía tumbas en cúpula.  Sería interesante especular sobre la gestión de los derechos de uso del agua, ya que el regadío permitiría el desarrollo de una agricultura intensiva para las comunidades situadas en los lugares más áridos.  Además, la racionalización hidrológica debió de facilitar la ocupación de nuevos territorios en unas condiciones mucho más diversificadas que las aceptadas durante el Neolítico.
Sabemos que el instrumental agrícola continúa siendo de piedra, probablemente con utensilios de madera también y la posibilidad de introducción del arado y del uso de la tracción animal, cosa que podemos intuir dada la presencia más que abundante de restos de bóvidos sacrificados en edad adulta (si bien hemos de admitir que no hay indicios de la presencia del arado, lo cual no es del todo extraño porque estas herramientas se fabricaban sobre madera, que es un material perecedero).
Cabe destacar la presencia de algunos restos de olivo y vid que defiende la domesticación autóctona de ambas especies bastante antes de la supuesta introducción de las mismas por los colonizadores y comerciantes fenicios y griegos, si bien los restos resultan muy escasos todavía.  La vid y el olivo no son imprescindibles para la alimentación y parece que su cultivo sólo tiene sentido cuando hay una demanda importante de sus derivados (vino y aceite).  También es cierto que, desde finales del Neolítico, las tipologías cerámicas presentan nuevas formas, como los vasos y las copas, que parecen relacionadas con nuevos hábitos de bebida.
En el caso de la ganadería, la mejora consistía en criar algunos animales no para el consumo de su carne sino para el aprovechamiento de sus productos secundarios -leche, lana, fuerza de trabajo.  El uso de estos productos secundarios viene atestiguado por la presencia en los poblados de recipientes relacionados con el procesado de la leche, de pesas de telar y por el sacrificio, como ya hemos dicho, de muchos animales en edad adulta.
En las casas de los poblados suelen aparecer evidencias de actividades relacionadas con el procesado, almacenamiento y consumo de alimentos, pero también con otras necesidades modernas.  Ya hemos mencionado los textiles; también se han hallado restos de talla relacionados con la fabricación de utensilios.  Probablemente estas actividades, junto con la fabricación de cerámica para uso doméstico, se desarollaran dentro del ámbito familiar para el autoconsumo, pero durante el Calcolítico hay suficientes pruebas que documentan la explotación de determinadas materias primas y su transformación en manufacturas que implicarían trabajos específicos o especializados.  Nos referimos a la explotación del sílex y de los minerales de cobre.  La proximidad de yacimientos cupríferos o de canteras de sílex constituyen factores que, junto con las posibilidades agropecuarias, debieron determinar la elección de algunos asentamientos.  Pero aún hay más: la aparición de restos de actividad metalúrgica o de objetos metálicos en poblados sin posibilidades mineras cercanas es un claro indicio de la circulación de los minerales o de sus manufacturas, lo que sería indicativo de relaciones comerciales.  Recientemente se ha propuesto para los poblados extremeños la posibilidad de explotación de afloramientos cupríferos cercanos, de baja productividad pero quizá suficiente para una demanda no excesiva.  Hay poca variedad de tipos metálicos que se puedan clasificar como útiles o armas, pero al final de este período comienzan a aparecer puñales de lengüeta y puntas de Palmela asociadas al vaso campaniforme.  La mayor parte de estos restos están asociados, por cierto, a los ajuares funerarios.
Algunos autores defienden para la metalurgia un papel significativo en la especialización del trabajo y en la aparición de las desigualdades sociales, mientras que otros interpretan la metalurgia como una actividad todavía desempeñada a menor escala, tecnológicamente primitiva y suficiente para una demanda escasa, cuyo trabajo se podría asumir sin necesidad de una dedicación a tiempo completo y que más que un desencadenante de una situación de desigualdad serviría para ponerla de manifiesto.


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