La cultura talayótica se desarrolló en las dos islas mayores del archipiélago balear, Mallorca y Menorca, las que los historiadores y geógrafos de la antigüedad clásica bautizaron con el nombre de Baleares, en contraposición a Ibiza y Formentera, que eran conocidas como las Islas Pitiusas. Esta distinción arranca de la constatación de sustratos culturales diferentes que se plasmaron, entre otras cosas, en el desarrollo de una serie de construcciones muy características que, por su aspecto colosal, han sido definidas como megalíticas o ciclópeas. En Mallorca y Menorca tenemos manifestaciones arquitectónicas singulares que conectan entre sí ambas islas, pero también aparecen elementos similares que las distinguen. La cultura talayótica abarca a las dos pero cada una de ellas conoce un desarrollo histórico independiente y con indudable personalidad propia, que se concreta en la aparición de monumentos específicos, como puede ser el caso de las taulas menorquinas.
La cultura talayótica aparece hacia los años centrales del segundo milenio y quizá un poco después en la isla de Menorca. Los arqueólogos han acuñado el término pretalayótico para designar al período cultural que precede a aquella desde que se conocen los primeros edificios levantados mediante lajas o sillares de piedra, aproximadamente a partir del año 2.000 a.C. Sin embargo, el poblamiento inicial de las islas es mucho más antiguo, con evidencias en el caso de Mallorca de ocupación humana que se remontarían al quinto milenio antes de Cristo. La cultura talayótica se divide en dos grandes períodos. El más antiguo abarcaría aproximadamente hasta el siglo VIII a.C. y se caracteriza por la aparición de los talaiots y las primeras aglomeraciones de población de cierta entidad.
En la siguiente fase se levantan los grandes poblados, aparecen las necrópolis complejas y se construyen los santuarios. Coincide este período con la aparición de la metalurgia del hierro, el desarrollo de la escultura figurativa y la intensificación de los contactos externos, en particular a través de la colonia púnica de Ibiza. La conquista romana de las Islas Baleares en el 123 a.C. no significa la desaparición de la cultura indígena, aunque sí experimenta un proceso progresivo de inevitable transformación, adoptando las formas culturales romanas. Con el cambio de Era la romanización parece un hecho efectivo, si bien determinadas manifestaciones autóctonas perduran todavía algún tiempo, así como la utilización de los poblados talayóticos, algunos de los cuales son ocupados casi sin interrupción hasta la época islámica. La arquitectura prehistórica de Mallorca y Menorca tiene una gran personalidad, como vemos, que la distingue con claridad de otras formas constructivas mediterráneas, si bien guarda algunas similitudes estructurales con otras islas cercanas del Mediterráneo, como Córcega y Cerdeña.
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