Varias regiones de México entran de lleno en el arte simbólico de las altas culturas, perteneciendo a fechas relativamente recientes. Las fases propiamente prehistóricas están muy poco definidas. En ellas los grafemas van de lo naturalista a lo esquemático y en algunas de sus facies incluyen manos. Estas abundan en lugares como La Pintada (Sonora) y Mitla (Oaxaca). En este último lugar se encontraron puntas de proyectil que se fecharon hacia el 2000 a.C. También en los estados de Queretaro y Guanajuato hay muchos abrigos pintados.
En las islas del Caribe los aborígenes dejaron pinturas y grabados de carácter simbólico en diversas cuevas. En la isla de Cuba los petroglifos y pinturas son de diversos estilos y se encuentran en una cincuentena de cavidades de las regiones de Guara, La Habana-Matanzas, Guaganes, sierra de Cubitos y en el extremo oriental de la isla. Al sur de su extremo occidental se halla la isla de Los Pinos. En ella, entre otras, hay que mencionar la Cueva Número Uno de Punta del Este, en la que hay unas doscientas representaciones pictóricas, abundando los círculos concéntricos en rojo y negro y ocasionalmente en blanco. Parece que en éste y algún otro lugar hay que relacionar las figuras con culto astral; en el solsticio de verano un grupo de círculos recibe los primeros rayos del solo por unos agujeros de la bóveda de la cueva. Desgraciadamente muchas de las pinturas han sido repintadas para hacerlas "más visibles".
En el subcontinente meridional hay arte rupestre, aunque poco y mal conocido, en las Guayanas, Venezuela, Ecuador y Colombia. En este último país existen muchas zonas con pinturas y grabados, siendo en su mayoría de tipo geométrico y escutiforme. En Ecuador hay manifestaciones parecidas en la cuenca alta del río Napo y en el valle de Misaqualli. En Venezuela hay que mencionar los petroglifos de la cuenca del Orinoco y otros más cercanos a la costa del Caribe, como el gran conjunto de Virgirima. Se trata, en general de un arte de época incierta y de tipo tribal, probablemente no muy antiguo.
El arte rupestre de Brasil va siendo científicamente bien conocido en los últimos años gracias a la colaboración de investigadores brasileños y franceses. En los años sesenta fueron pioneros en este aspecto Annette Lamming y J. Emperaire. Tras sus nombres ha que citar los de P.I. Schmitz y P.A. Mentz Ribeiro, en la región de Río Grande do Sul. Muchos de los investigadores que han abordado el arte rupestre brasileño han realizado excavaciones en los lugares de Ferraz Egreja y Santa Elina, con fechas hacia el 4000 a.C. siendo las más modernas de cerca del cambio de era. Todos estos lugares representan zoomorfos que se cuentan por millares, con una paleta que usa tan solo el rojo y el negro.
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