23 oct 2012

INTERPRETACIÓN DEL ARTE PALEOLÍTICO (I)

En la década de los 1950, Anette Laming-Emperaire, colaboradora de Leroi-Gourhn, investigaba nuevas vías para explicar el significado del arte rupestre paleolítico, haciendo al propio tiempo una severa crítica de las ideas predominantes en el momento, la mayoría de índole religiosa.  
Mientras que para Leroi-Gourhan hay en el arte mural dos principios, femenino (mujer o signo femenino = bóvido) y masculino (hombre o signo masculino = caballo), Laming-Emperaire opinaba que la explicación era inversa.  Dando por indiscutible la alternancia de dos principios atribuía un  carácter masculino al bisonte y un carácter femenino al caballo, si bien con muchas dudas.  Esta inseguridad le llevó a buscar otros caminos interpretativos, por ejemplo el muy sugestivo de que detrás de las figuras había mitades o divisiones sociales, idea de la que dio a conocer algunos avances.  Su muerte prematura nos privó de conocer las profundas reflexiones que hacía sobre este asunto, a pesar de su dedicación al americanismo en sus últimos años.
Las teorías e hipótesis elaboradas por Leroi-Gourhan se concretaron en diversos trabajos menores y en algún libro que sirvió como revulsivo a teorías anteriores.  Se podía o no estar de acuerdo, pero está claro que suponía un hito a partir del cual se inició un nuevo período en el conocimiento e interpretación del arte paleolítico. En los años siguientes, Leroi-Gourhan fue aportando perfeccionamientos, retoques y ampliaciones de sus propias doctrinas a través de numerosas publicaciones.
Leroi-Gourhan y Emperaire rechazaban sistemáticamente la utilización de los paralelismos etnográficos, postulando que toda la investigación tiene que basarse en las propias evidencias del arte paleolítico.  Por ello dejan de lado los planteamientos de los autores clásicos que partían de la idea de que el presente, de algún modo, ha de informar sobre el pasado.  Y por presente aquéllos entendían las actividades artísticas de los esquimales, pieles rojas, africanos, australianos, etc...
Lo más novedoso de las aportaciones de Gourhan se ciñe a la singular importancia que le da a las composiciones y su significado.  Anteriormente, hasta los años cincuenta del siglo XX, se valoraban y destacaban dos cosas: la acumulación de imágenes durante milenios y el significado mágico de los temas representados.  Utilizando una metodología en la que se hace patente la influencia del estructuralismo, Leroi-Gourhan encuentra que las asociaciones figurativas son intencionales y responden a una tradición muy concreta y a una organización de las cuevas en santuarios.  Esto lo consiguió mediante un enorme esfuerzo de interpretación personal, apoyado siempre en las estadísticas e inventarios de los temas, a base de fichas perforadas correspondientes en los inicios a 75 cuevas conocidas por él.  Teniendo en cuenta que más de la mitad de los animales representados son caballos o bisontes, llegó a la conclusión que tenía que representar dos temas acoplados o yuxtapuestos, que serían A y B, mientras que a los demás animales les corresponderían papeles secundarios en relación con dichas categorías, recibiendo siglas como C1a al ciervo, C1b la cierva, Ce el mamut, C3 el íbice, D el oso, el jabalí, los felinos, etc...
Luego estudió la situación de la figuras en el interior de las cavidades -todo hay que tenerlo en consideración-.  A partir del análisis de la distribución de los animales, dividió las cuevas en siete regiones que constituirían los santuarios sistemáticamente organizados.  De acuerdo con las características topográficas específicas de cada cueva, aquellas regiones pueden describirse así: 1, el lugar donde empiezan las representaciones; 2, los corredores o pasos que conectan las grandes galerías; 3, puntos al principio de fisuras, divertículos y roncones; 4, la región decorada más alejada; 5, la parte central de los muros decorados en las grandes galerías; 6, las zonas marginales en torno a la parte central; y 7, puntos diverss en las fisuras, divertículos y rincones.  En los plafones centrales se encuentran los animales del grupo B (bisontes o uros: mujeres).  Con una sola excepción, los animales del grupo A se encuentran en todas las demás áreas.  La excepción sería el caballo, que también se encuentra normalmente en el área 5 con los animales del grupo B, formando así el tema básico  de hombre+mujer o caballo+bisonte.
Basándose en esta dicotomía y en el hecho de que, en algunos lugares, el punto central está ocupado por la mujer, Leroi ve el tema completo de las representaciones naturales paleolíticas como una yuxtaposición, oposición, acoplamiento o asociación no de dos grupos de animales por sí mismos, sino de un principio femenino y otro masculino.  Los animales del grupo B representan lo femenino y los del grupo A lo masculino.
En este punto, las teorías de Leroi-Gourhan se conectan con la problemática de los signos.  Apoyándose en un inventario detallado, los divide en dos grupos que, según él, demuestran una clara derivación, bien de la figura completa femenina o de los órganos sexuales femeninos, o bien de los órganos sexuales masculinos.  Paralelamente a las representaciones naturalistas, los signos "b" se hallarían en los plafones centrales, mientras que los del signo "a" serían predominantemente periféricos.  Por tanto, entre unos y otros existiría la misma relación que entre el caballo y el bisonte.  Además, los unos podrían ocupar el lugar de los otros, como por ejemplo, cabría que un animal fuese sustituido por un signo equivalente, aunque el propio autor admite que la relación entre grupos es difícil de definir.

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