Si desde 1950, año en que la ONU había anulado todo tipo de sanción contra España, el ingreso de ésta en dicho organismo era sólo cuestión de tiempo; la firma de los acuerdos con la Santa Sede (agosto de 1953) y los Estados Unidos aceleraron el proceso debido al espaldarazo que los mismos dieron al régimen de Franco.
El 14 de diciembre de 1955 España entraba a formar parte de dicho organismo internacional.
Fruto de la historia de España y de su situación geográfica fue la política seguida hacia los países árabes desde 1939. La política de descolonización, en auge en aquellos momentos (1955) llevó a que, tras los incidentes sangrientos en la zona francesa de Marruecos -causa de que el país galo concediera la independencia a su protectorado-, el sultán Mohamed V visitase España, consiguiendo así mismo la independencia de la zona ocupada por España.
La visita de personalidades árabes a España fue continua. Si en 1956 llegó Faisal II de Iraq, en 1957 lo harían Saud de Arabia, el Sha de Persia y los presidentes del Líbano y Paquistán. Después de la independencia de Marruecos, únicamente quedaban a España las colonias de África: Sidi Ifno, Sáhara Español, Guinea Ecuatorial y las plazas de soberanía de Ceuta y Melilla, enclavadas en territorio marroquí.
En Sidi Ifni, y debido al empuje de las fuerzas nacionalistas marroquíes (istqual), se produjeron desórdenes e la frontera que fueron sofocados por el general Zamalloa, con el apoyo aéreo del ejército francés. Guinea, siguiendo las recomendaciones del Comité de Descolonización de la ONU, fue dotada de un esttuto de autonomía en 1963, que llevó a la concesión de su independencia en 1968.
A partir de 1955, fecha del ingreso de España en la ONU, los contactos internacionales se multiplicaron, siendo huéspedes de Franco Foster Dulles, secretario de Estado norteamericano (1955 y 1957), así como su sucesor, Dean Rusk; el presidente electo del Brasil, Juscelino Kubitschek (1956); José Figueres, presidente de Costa Rica (1956)... Quizás las visitas más trascendentes fuesen las de los presidentes estadounidenses Eisenhower (1960) y Nixon (1970).
La política española de acercamiento a los órganos de poder europeos fue paulatinamente aceptada por los mismos. Se acogió a España en la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.) en 1956; en 1958, en la O.E.C.E. (Organización Europea de Cooperación Económica); en el Fondo Monetario Internacional, en el Banco de Reconstrucción, etc...
La llegada al poder de los tecnócratas supuso un cambio en la orientación de la política exterior. Desde ese momento en adelante se abandona el sistema autárquico que tan negativos resultados había arrojado. Ahora se trataba de vincularse al incipiente Mercado Común, cuyas bases acababan de ser firmadas en Roma por seis países: Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Holanda y Bélgica. En este sentido se destacó como ministro ante el Mercado Común, con sede en Bruselas, el artífice del Plan de Estabilización, Ullastres, que tras laboriosas negociaciones, logró la firma de un Acuerdo Preferencial en 1970. No obstante, las dificultades de incorporación plena de España a la Comunidad fueron grandes mientras vivió el dictador.
El nombramiento del antiguo ministro de Industria, López Bravo, como ministro de Asuntos Exteriores, volvió a retocar la diplomacia española y le dio un tinte más personal, apoyada en los múltiples viajes del ministro por todo el mundo.
Fruto de la necesidad de arrinconar viejas limitaciones políticas frente al empuje de las nuevas teorías económicas fue la "escala técnica" del ministro en Moscú, en cuyo aeropuerto mantuvo importantes conversaciones con un alto funcionario soviético, y la apertura de relaciones (comerciales primer, consulares después) con varios países del Este: Bulgaria, Rumanía, Yugoslavia...
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