2 oct 2012

ENTRADA DE LA ESPAÑA DE FRANCO EN LOS ORGANISMOS INTERNACIONALES (I)

Una vez superados los obstáculos, el régimen comenzó, sin prisa pero sin pausa, la incorporación del país a los organismos internacionales, iniciándose el proceso con el ingreso en la Organización Mundial de la Salud en mayo de 1951 y continuándose el 20 de noviembre del año siguiente al entrar también en la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
El restablecimiento de relaciones diplomáticas oficiales -las extraoficiales jamás fueron interrumpidas- con los Estados Unidos se vio favorecido por la actitud de los hombres de negocios norteamericanos, que, de acuerdo con el embajador español José María Féliz de Lequerica, iniciaron una serie de visitas a España, a la vez que ejercían su influencia ante los grupos económicos para suplir, al menos en parte, la ayuda negada a España en el Plan Marshall.
Los contactos, que se habían iniciado en 1949, obtuvieron por primera vez el apoyo del Congreso de los Estados Unidos en 1950.  Tras el estallido de la guerra de Corea (1951), se aprobó una primera ayuda de 100 millones de dólares para los años 1951-1952. Sin embargo, no se hicieron efectivos y fueron transferidos para el presupuesto del año siguiente, con un aumento de otros 25 millones de dólares, que siguieron retenidos por la Administración norteamericana en base a los acuerdos de Postdam.
Ante la resistencia a dar forma oficial a la ayuda, 62.500.000 dólares se transformaron en un préstamo bancario a largo plazo (20 años) y a un interés del 3%, a cargo del Export-Import Bank of Washington.  Según comentó el propio José María de Areilza, "con este dinero se pudo adquirir en condiciones ventajosas bienes de equipo y de capital para el reutillaje de las necesidades industriales".
Por fin, el 29 de septiembre de 1953, ocupando la presidencia norteamericana Dwight Eisenhower, se firmaron los acuerdos de defensa mutua entre España y Estados Unidos, fruto de la paciente labor de Alberto Martín Artajo, ministro de Asuntos Exteriores, que desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial había trabajado para incorporar al país al concierto mundial, teniendo que luchar tanto contra la oposición exterior -ya que las organizaciones obreras dificultaban las iniciativas de los gobiernos- como contra la oposición interior, temerosa de desterrar en lo más mínimo el montaje autárquico de la economía española.
Los acuerdos firmados tenían dos vertientes distintas.  Por un lado España se transformaba en "aliada" de los Estados Unidos, frente a la expansión del mundo socialista.  La situación estratégica de la Península resultaba muy favorable para el establecimiento de bases militares, que se instalaron en Torrejón de Ardoz, Rota, Morón de la Frontera y Zaragoza.  De paso se suplía la ausencia española de la O.T.A.N.
Económicamente se compensaba el riesgo de peligros atómicos con la entrega para gastos civiles de 447 millones de dólares, distribuyéndose hasta la terminación de las bases en un 60% para los gastos administrativos de los Estados Unidos en España y un 30% como donación al gobierno.  Una vez finalizadas las mismas, la donación alcanzó el 90% de los créditos, reservándose únicamente Estados Unidos un 10% para cubrir sus gastos.
Las donaciones se utilizaron, según Areilza, "para financiar proyectos relacionados de una manera indirecta con el esfuerzo militar efectuado por ambos países, principalmente en carreteras, ferrocarriles, etc".  La ayuda económica llegó también por otros conceptos, concretamente cuatro: uno de ellos sería la venta de excedentes agrícolas, que contribuyeron a la normalización en el suministro de determinados artículos alimenticios y de primeras necesidades industriales.  En 1958 se había recibido una ayuda de 1.137.000.000 de dolares, distribuidos en 715 millones en productos agrícolas, 260 millones en material y equipamiento industrial, 150 millones en materias primas para la industria y ocho millones en concepto de asistencia técnica.

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