5 oct 2012

EL ¿PÁRAMO CULTURAL? DEL FRANQUISMO (III)

El fin de la Guerra Civil suponía la pérdida de algunos insignes poetas y dramaturgos.  El genio de Lorca, Alberti, Sender, Cernuda, Hernández, Machado -quienes habían logrado que se hablase de un Siglo de Plata de las letrashispanas-... caminaba errante por los campos del destierro o por los de la nada.
Sin embargo, creemos necesario dedicar un recuerdo a la obra de algunos de ellos, ya que al cabo todos acabaron por estar orgullosos de su aportación a la cultura de habla española.
El puente de unión en el campo de la lírica lo constituiría Vicente Aleixandre con sus obras.  Junto a él cabe señalar dos figuras surgidas durante la Dictadura: Gerardo Diego y Dámaso Alonso.
Figuras ya claramente de posguerra y posicionada ideológicamente serían Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Dionisio Ridruejo.  La evolución política del Régimen y su propia evolución personal dieron una nueva dimensión a la obra de algunos de ellos.
En el teatro destacaron José Maria Pemán, con sus personalísimas evocaciones históricas, Jardiel Poncela, que prestó una original aportación al teatro del absurdo, Miguel Miura y Antonio Gala.
La novela encontrará un portavoz válido en el futuro Premio Nobel Camilo José Cela, quien en 1942 publicaría La Familia de Pascual Duarte, si bien Torrente Ballester sorprendería con sus creaciones experimentales, como La saga/fuga de J.B, Miguel Delibes sobrepujaría al anterior y Francisco Umbral despuntaría en el tardofranquismo con su insuperable Trilogía de Madrid.
Los atisbos de superación del trauma bélico apuntaban ya al comienzo de la década de los cincuenta.  Los intelectuales, aún dentro de una ortodoxia aceptable para el sistema, empezaron a buscar alternativas para el problema español.  De que existía tal problema era exponente la aparición de dos libros que, a su vez, reflajaban dos estados de opinión: Pedro Laín Entralgo, representante de la tendencia a  la superación del trauma y a la política de concordia, que publicó su obra España como problema. La respuesta no se hizo esperar, y vino de la pluma de Carlos Serer (quien luego evolucionaría en otro sentido).  Éste replica con una tesis que se hará clásica: España sin problema, resumen de las ideas tradicionales de Menéndez Pelayo, Florentino Pérez Embid, etc...
Sin emabargo, y aunque se promocionaron enormemente autores como Alfonso Paso, cuya fecundidad hizo que fuese imposible resumir su obra y únicamente se pudiese señalar como tónica general de la misma el "desenfado", aparecieron figuras que, al no sentirse comprometidas, intentaron una renovación del teatro: Antonio Buero Vallejo, y Alfonso Sastre, al que desgraciadamente las circunstancias extrateatrales impidieron ser observado en todo el potencial presumible, sin que por ello debamos pasar por alto su Escuadra hacia la muerte.
En el terreno de la novela se mantuvieron en un tono medio Carmen Laforet, José María Gironella, Miguel Delibes, Ana María Matute, Ángel María de Lera y otros.
Eso dentro de España, pudiéndose entrar también en el terreno de los autores exiliados, que nada tienen de desdeñable, si bien aquí estamos tratando el presunto "páramo cultural del franquismo".


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