26 oct 2012

EL NEOLÍTICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

El Neolítico surgió en Oriente Medio, pero su expansión por Europa fue fulminante.  Apenas un milenio después de su nacimiento, hacia el 5.800 a.C., la expansión neolítica había alcanzado la Europa central a través del norte de Grecia y los Balcanes, así como al conjunto del Mediterráneo hasta as costas atlánticas de Portugal y norte de África.  La existencia de influencias y contactos, manifestados por la navegación, explican que desde principios del sexto milenio a.C., coincidiendo con los indicios más antiguos del cultivo de cereales y de domesticación de animales, aparezca en el Mediterráneo occidental la primera cerámica, ampliamente diseminada y con un notable grado de perfección.  De hecho, las más antiguas culturas neolíticas desde el Adriático hasta las costas atlánticas de Portugal y norte de África reciben el nombre de "cultura de la cerámica impresa", atendiendo a la decoración característica de los recipientes cerámicos, realizada antes de su cocción mediante la técnica de impresión de diversos instrumentos sobre la pasta blanda de la pieza, haciendo uso singularmente de la concha del Cardium edule, por lo que también se denominan cerámicas cardiales.
Aparecen ahora los instrumentos de piedra pulimentada y una rica industria ósea.  Tenemos pruebas de la existencia de influjos externos en la aparición de la agricultura y la ganadería, que aportan las propias plantas cultivadas y los animales domésticos, los primeros de los cuales son la cabra, la oveja, e cerdo, el buey y el perro.  Los estudios paleontológicos muestran la carencia en el ámbito mediterráneo occidental de los antecedentes silvestres del trigo y la cebada cultivados, así como de la oveja y de la cabra domésticas, plantas y animales que se revelarán como los de mayor importancia económica en los inicios del neolítico.
Hablar de difusión cultural o de movimientos de gentes implica suponer grandes oleadas de población en constante movimiento. Lo cierto es que se llega a tal conclusión por la evidencia de que los cereales, los ovicápridos domésticos o la cerámica no son cosa o logros que los grupos epipaleolíticos aprehendiesen simplemente como consecuencia de su evolución.  El problema es, no obstante, si esta difusión se realizó a través del contacto de unos grupos con otros, sin necesidad de desplazamientos geográficos, o si, por el contrario, la expansión de la nueva cultura estuvo asociada al movimiento, a la expansión paulatina de los grupos que la sustentaron.
Lo cierto es que los yacimientos proporcionan evidencias de una cultura material diferente a la de los grupos epipaleolíticos.  La especialización en la talla del sílex, que ahora buscará la obtención de unos productos laminares destinados a ser empleados en elementos cortantes para las hoces, la proliferación de cucharas, espátulas, agujas, punzones y otros instrumentos de hueso que evocan nuevas costumbres alimentarias, así como la posesión de un variado instrumental para las diferentes actividades cotidianas, son harto inquietantes y evocadores.  Todo ello por no hablar de los elementos de adorno, tales como brazaletes, colgantes, anillos y demás, que configuran una imagen bien distinta de la que coresponde a los grupos epipaleolíticos.
A todo esto hay que añadir el descubrimiento de una auténtica iconografía religiosa entre las barrocas decoraciones de los vasos cardiales antes referidos, lo que nos permite atribuir a estos primeros grupos neolíticos determinadas representaciones del arte rupestre con una temática absolutamente original que nos situaría ante una nueva mentalidad que sería necesario atribuir a un nuevo sistema de valores mágico-religiosos.
Son muchos los yacimientos que demuestran la existencia de niveles epipaleolíticos, industrial y económicamente, cuya cronología alcanza y va más allá de la aparición de las comunidades neolíticas en la Península.  Estaríamos hablando del tránsito hacia unas comunidades neolíticas representadas por los yacimientos del neolítico antiguo cardial ajenos a la tradición industrial epipaleolítica, como en las cuevas de Monsterrat, la Cova del'Or o la Carigüela.  Pero hay otras comunidades "simultáneas" que mantienen su modo de vida cazador-recolector, si bien sabemos que fueron incorporando algunos elementos neolíticos, como las cerámicas cardiales y escasos animales domésticos (como en la cueva de La Cocina), cerámicas no cardiales y animales domésticos (cueva de El Nacimiento), o sólo cerámicas cardiales, como en el abrigo de Botiqueira dels Moros.

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