La declaración de guerra alemana a la Unión Soviética hizo olvidar en ciertos sectores del país el resquemor que había dejado el pacto germano-soviético firmado en 1939.
Ante la apertura del nuevo frente, amplios sectores del gobierno y del país parecían vibrar: Serrano Súñer pedirá la guerra hasta el exterminio, acusando a la U.R.S.S. de ser culpable de la Guerra Civil Española, e incluso de la muerte de José Antonio Primo de Rivera.
Arrese, secretario general del Movimiento, abrirá los banderines de enganche. Así nacía la División Azul, que, organizada en el verano de 1941, salió inmediatamente para el frente oriental al mando del general Agustín Muñoz Grandes. La componían 17.000 hombres, en su mayoría voluntarios. Se integró en el decimoctavo ejército alemán, que mandaba el general Lindemann. Destacada al frente del lago Ilmen, entró en combate en octubre de 1941. En agosto de 1942 fue trasladada al frente de Leningrado, donde le tocó actuar en condiciones durísimas, comportándose con gran espíritu, según las crónicas propagandísticas de la época. Sus bajas sumaron 12.000 hombres, y el número de combatientes que pasaron por ella en las diversas etapas llevó a 60.000. Las acciones más destacadas en que actuó fueron la liquidación de la "bolsa" del Volhor en junio de 1942 y la batalla de Kranyj-Bor en febrero de 1943. Al general Muñoz Grandes le sucedió en su mando Esteban Infantes. En octubre de1943 fue retirada de la primera línea, como paso previo a la repatriación. Con los últimos elementos que decidieron permanecer se creó la llamada Legión Española, que, integrada por unos 2.000 hombres, permaneció en el frente hasta abril de 1944.
La reacción aliada, obviamente, no se dejó esperar ante lo que parecía la ruptura de la no-beligerancia; y es que éstos comprendieron la postura oficial de distinguir en la guerra, a partir de ese momento, dos motivaciones diferentes: una de enfrentamiento entre la democracia y el totalitarismo, en la que, a pesar de las simpatías españolas por los segundos, seguiría la neutralidad; otra, de lucha contra el comunismo, ante la cual se consideraba que España no podía permanecer indiferente. Inglaterra, a partir de ese momento, exigiría a los barcos españoles el "navy cert" o permiso especial de navegación.
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