La marcha de los acontecimientos para las victorias-relámpago de los ejércitos alemanes, que se pasearon por Europa como si se tratase de un desfile militar, fue tomando un cariz adverso para el Eje. En 1941 entró en lid Estados Unidos, aportando enormes reservas de hombres y material bélico; por otro lado, la ofensiva contra Rusia había fracasado prácticamente, pasando la iniciativa a los ejércitos soviéticos. Su ofensiva de invierno hizo retroceder a las tropas alemanas en todos los sectores.
La posibilidad de una victoria aliada trajo como premisa la necesidad de mejorar las relaciones con ellos. Una medida inmediata fue el relevo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Serrano Súñer por el conde de Jordana, de tendencia más moderada.
El 8 de noviembre de 1942 se produjo el desembarco de las fuerzas aliadas en el norte de África. La notiia le fue comunicada al generalísimo por una carta de Roosevelt, entregada en mano por el embajador norteamericano Hayes en términos de extrema cordialidad. En ella se daban todo tipo de seguridades sobre las intenciones de los aliados. La carta terminaba con un párrafo profético: "España no tiene nada que temer de las Naciones Unidas". No obstante las seguridades dadas, Franco tomó las medidas oportunas ordenando la movilización parcial, tras poner al país en situación de alerta.
Los nuevos hechos motivaron un informe del Ministerio de Asuntos Exteriores, que dio paso a una nueva ratificación de su "estricta neutralidad". A la vez se decidía retirar del frente ruso la División Azul, se internaban a las tripulaciones de submarinos alemanes ubicadas en las costas españolas, etc... El Führer acentuó sus quejas; pero Franco siguió manifestándole su apoyo incondicional, señalando al mismo tiempo que era más útil a su causa ser neutral que beligerante.
La necesidad de adecuar parte de los postulados ideológicos a las necesidades del momento (no olvidemos que el Alzamiento Nacional no partió como una ideología rígida, sino que ésta se había ido elaborando a medida que los acontecimientos lo habían hecho necesario) hizo destacar a través de los medios de información la tesis de la originalidad política española, que rechazaba por igual el fascismo y el comunismo. La nueva "línea política" se reflejó también en las órdenes que el Ministerio enviaba a la prensa sobre el criterio abiertamente favorable hacia los Estados Unidos en su guerra contra Japón: "Como norma general se advierte que, ante la guerra entre países civilizados, el tono de la prensa ha de ser neutral absolutamente y objetivo". Ante los países de Oriente, no, aunque la objetividad fuera matizada en órdenes posteriores. Los triunfos rusos habían de limitarse en su importancia, en tanto que los éxitos de los ejércitos anglo-norteamericanos aparecerían con su cabal y efectiva significación.
No obstante la política de acercamiento a los aliados, la ayuda a Alemania e Italia y el enojoso asunto de la venta de wolframio provocó que Estados Unido, de acuerdo con Inglaterra, prohibiese el embarque de combustible en los petroleros españoles. Ello motivó el uso del gasógeno como medio pintoresco de mantener en movimiento el anticuado y escaso parque automovilístico español.
El suicidio de Hitler y el fin de la guerra fueron reflejados por el periódico Arriba en este elocuente párrafo:
"Un enorme ¡Presente! se extiende por el ámbito de Europa, porque Adolfo Hitler, hijo de la Iglesia Católica, ha muerto defendiendo la cristiandad..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario