El carácter vinculante que oficialmente tenía el plan para la Administración, no fue observado con la escrupulosidad que hubieran deseado los rectores del mismo. En conjunto, las inversiones previstas sólo fueron realizadas en términos reales en un 77,7%. El reparto por sectores respondió en pocos momentos a los esquemas iniciales; sectores como información y Turismo y Vivienda absorbieron fondos que, con vista a un desarrollo más equilibrado, hubieran debido ir a otros;así, en el sector agrícola sólo se invirtió el 71,3% de lo previsto; en educación, el 86,1%, etc...
Si el sector público que estaba obligado a ello no se adaptó a las directrices del plan, menos lo hizo el privado para el cual sólo era un indicativo. Una curiosa coincidencia es que las desviaciones más importantes se acusasen en las mismas actividades que en el sector público. Turismo y construcción fueron los sectores donde la realidad se alejó más de las previsiones (quizá por el mayor carácter especulativo de las inversiones). Frente a una expansión prevista en la construcción de un 8% sobre la de 1963, las realizaciones alcanzaron un 25%. Los ingresos procedentes del turismo alcanzaron un incremento efectivo del 33%, cuando sólo había sido previsto un 11% (el turismo será tema de otro apartado, dada su influencia en la transformación del país). Las realizaciones fueron más bajas en algunos sectores básicos (siderurgia y minería principalmente).
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