11 ago 2012

SITUACIÓN Y MEDIOS DE AMBOS COMBATIENTES (I)

Muchas de las victorias de ambos bandos fueron tan sólo el resultado de la confusión reinante.  En muchas zonas rurales, la población no supo lo que había ocurrido en el fin de semana hasta que refugiados o soldados procedentes de las capitales de provincia aparecieron en los pueblos.  Así, muchas localidades de Andalucía se perdieron para la República porque Sevilla se perdió, mientras que muchos pueblos de Levante y Cataluña permanecieron con la República porque Valencia y Barcelona permanecieron republicanas.  El pronunciamiento solamente había tenido éxito en zonas limitadas, y a los ejércitos nacionalistas se les planteó el problema de tener que conquistar España por medio de una guerra civil.
Las confusas luchas entre los días 19 y 24 fijaron las fronteras de ambos bandos.  El balance, después de esos días de pronunciamiento, era que los sublevados controlaban una tercera parte del territorio nacional.  La distribución era la siguiente:

ZONA NACIONAL.  Integrada por Castilla y León como núcleo principal, enlazadas con Aragón y Navarra por el este, y por el oeste, con Galicia y Cáceres.  En el sur, las plazas de Córdoba, Granada, Sevilla, Cádiz, Jerez y Algeciras, más la zona de Marruecos.  A esto hay que unir varios islotes de resistencia dentro del territorio "enemigo", como el Alcázar de Toledo y el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza.

ZONA REPUBLICANA.  comprendía el norte, la franja costera del Atlántico, desde Asturias hasta la frontera francesa, llegando por su parte meridional hasta la Cordillera Central; por el este, la zona costera del Mediterráneo, desde la frontera catalana con Francia hasta Algeciras; por el sur, toda Andalucía, menos las plazas antes mencionadas; por el centro, Castilla La Mancha, con el núcleo tan importante de Madrid, y por el oeste, la provincia de Badajoz.

León, Castilla y Navarra, regiones en las que predominaban los terratenientes y los campesinos medios, habían de ser el corazón de la España nacional, mientras que los bastiones de la izquierda serían las grandes ciudades con su alto porcentaje de proletariado. Los insurgentes dominaban las zonas trigueras más importantes, y, por tanto, estaban en buenas condiciones de alimentar a sus tropas y a la población civil, mientras que los gubernamentales tenían las factorías metalúrgicas del norte, las posibilidades de creación de industrias de guerra en las zonas industriales como Barcelona y las zonas económicamente más adelantadas. Los generales se veían, pues, obligados a importar armas y géneros manufacturados de todas clases.  Las tres grandes poblaciones de Madrid, Barcelona y Valencia, con su alta densidad demográfica, les proporcionaban una gran masa de combatientes muy superior a la del enemigo.  Poseían, además, todo el aparato burocrático y gubernamental, las embajadas y todos los depósitos de oro del Banco de España y de material, mientras que las zonas costeras del Atlántico y del Mediterráneo y los accesos a Francia les facilitaban el comercio con el exterior.
Pero para la mayor parte de la población la cuestión política e ideológica, así como la lealtad, eran la consecuencia de una cuestión geográfica: el sentirse "atrapado" dentro del territorio de uno u otro bando.  De esto deriva el problema de la existencia de la Quinta Columna en las zonas republicanas y de la resistencia de la retaguardia en las zonas conquistadas por los nacionales.  Gradualmente, la propaganda y el instinto de supervivencia robustecieron la lealtad geográfica de los indiferentes hasta convertirla en una especie de convicción política.
E cuanto a los medios militares, la República contó desde el primer momento con las fuerzas del Orden Público, que eran muy abundantes (Guardia Civil, Guardia de Asalto y carabineros), y la mayoría del ejército peninsular, sobre todo en lo que se refiere al cuerpo de ingenieros y al de Artillería.  Además, pudo disponer de la casi totalidad de la aviación y de los principales aeródromos con su material, así como también la marina de guerra.
Cuando se produjo la insurrección, la marina se vio dividida: los jefes y oficiales se unieron al Movimiento, mientras que la tropa marinera permaneció al lado del gobierno y, obedeciendo consignas de Madrid, asesinó a la oficialidad con mando en buque.  Esto ocurrió en el crucero Almirante Cervera, en el acorazado Jaime I, en los destructores Churruca, Sánchez Barcaiztegui, Almirante Valdés y Lepanto y en los submarinos de la base naval de Mahón.  En todas estas naves la marinería hizo prisionera a la oficialidad, que se había adherido al golpe militar, y la fusiló.  Lojendio nos da una estadística de la totalidad del personal técnico de marina asesinado estos primeros días:

"Si se considera la estadística exclusivamente en relación con el personal embarcado con mando en buques que se unieron al gobierno de Madrid y el destinado a centros y departamentos que resultaron bajo su dominio, el porcentaje de oficialidad asesinada alcanza la proporción pavorosa de un 98%."

Así, podemos plantear el siguiente cuadro con los distintos cuerpos, el número de oficiales y el porcentaje asesinado:

General de Armada: 767 oficiales, asesinado el 25%
Ingenieros: 42, asesinado el 15%
Artillería: 47, asesinado el 10%
Infantería de Marina: 112, asesinado el 10%
Intendencia: 112, asesinado el 12%
Sanidad: 118, asesinado el 2%
Jurídico: 51, asesinado el 10%
Maquinistas: 79, asesinado el 2%

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