13 ago 2012

PRIMER SITIO DE MADRID E INTENSIFICACIÓN DE LA AYUDA INTERNACIONAL (IV)

Entre tanto, Largo Caballero y sus colaboradores, desbordados por los acontecimientos y ante el temor de la ofensiva, se encontraban indecisos y sin saber si continuar y cargar con las consecuencias de un posible desastre o dimitir y eludir las responsabilidades.  Finalmente se decidieron por trasladar la sede gubernativa a Valencia.
El 6 de noviembre el jefe del gobierno encargó al general Miaja, que se había distinguido por su honrada lealtad a la República, la defensa de Madrid.  El general, con gran pundonor, decidió defender la ciudad y resistir hasta la muerte, dando tiempo a que el ejército que se estaba formando en Levante viniese en su auxilio.
Varela ordenó sus fuerzas de la siguiente manera: del total de los 25.000 hombres de que disponía distribuyó 5.000 en cinco columnas, que constituirían las fuerzas de ataque; los restantes los destinó a guardar los flancos, a los servicios y los suministros.  El día 7 las columnas llegaron a la Casa de Campo, y habiendo atravesado el río Manzanares, un grupo de legionarios llegó hasta la Ciudad Universitaria, siendo rechazados por los disparos de la batería emplazada en el Parque del Retiro, batería que sería cañoneada más tarde por los nacionales desde el paseo del Prado.  Otro grupo logró llegar a la calle Ferraz con la intención de tomar la Cárcel Modelo, donde estaban internados los presos políticos, para ponerlos en libertad; pero también fueron rechazados.  No obstante, antes de que esto ocurriese, y ante el avance lleno de coraje de los legionarios, los soldados gubernamentales iniciaron la retirada.
Miaja, que se había quedado solo en Madrid, se personó en el lugar, y sacando una pistola les gritó: "¡Cobardes! ¡Morid en vuestras trincheras! ¡Morid con vuestro general!".
En estos días 6 y 7 había ocurrido un hecho luctuoso y vergonzante:al decidir el gobierno marchar de Madrid, ordenó el traslado de los presos políticos a Valencia; mas sus responsables, entre los que había algunos con antecedentes penales, los fueron sacando durante estas dos noches y trasladándoles a Paracuellos del Jarama y Torrejón, donde los fusilaron y enterraron en fosas comunes.
Ante el fracaso de este primer intento de penetrar en el casco urbano de la ciudad, Varela atrincheró sus tropas en la Casa de Campo, concretamente en el Cerro de Garabitas, para desde allí bombardearla.  Las municiones comenzaron a escasear en el frente republicano, agravándose el problema por la inexistencia de reserva.  Sin embargo, la moral de los jóvenes oficiales era comparable a la de los que el 18 de julio se habían sublevado en Marruecos.
Sobre el cielo de Madrid los aviones "moskas" rusos y los alemanes de la Legión Cóndor combatían y sembraban el pánico en la ciudad, llenándola de fuegos y estelas de luz.  Un millón de habitantes y 500.000 refugiados corrían por las calles al sonido de las sirenas.  Los subterráneos y el metro no podían contener a más de 100.000 personas, y mientras que Miaja alentaba por radio a los suyos y los cazas rusos lanzaban octavillas en las que se leía "Emulad a Petrogrado.  El 7 de noviembre debe ser tan glorioso en el Manzanares como lo fue en el Neva", la radio del cuartel general de los nacionales en Salamanca emitía: "España no está en los edificios ni en las ciudades, se encuentra en las ideas y en el genio de Franco.  Estamos en guerra.  ¡Adelante, hasta por encima de nuestros muertos!".  Tal para cual.
Sin embargo, a pesar de que estas palabras pueden prestarse a confusión, era indudable que el propósito de Franco no era destruir la ciudad (una ciudad que luego tendría que reconstruir).  Al contrario, cuando vio la imposibilidad de tomarla sin reducirla a cenizas, desistió de su propósito.

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