3 ago 2012

LOS INTELECTUALES DE 1914 (VI)

Poetas, músicos y pintores parten de unas premisas de inspiración muy similares.  También la pintura busca motivos en la cultura nacional y arroja figura de talla universal.  Cabalgando entre los siglos XIX y XX, destaca el colorista Joaquín Sorolla (1863-1923), que pinta la luminosidad levantina como nadie antes (ni después).  El paisaje fue cultivado por el impresionista Darío de Regollos (1886-1945).
Influenciados por la bohemia francesa y el modernismo de Gaudí, salen de Barcelona una pléyade de excelentes pintores, como Isidro Nonell, pintor de ambientes humildes, suburbiales y gitanos; Santiago Rusiñol, paisajista y escritor, con magníficos lienzos de jardines; Ramón Casas, dibujante de carteles y de retratos a carboncillo; pintor genial al que no se le escapa ningún grupo social de la época.  De este grupo surgió el genial y más universal pintor de su generación, Picasso.
Los paisajes y los tipos de Castilla están bien representados por los hermanos Zubiaurre, por el burgalés Marcelino Santamaría y por el madrileño Eduardo Chicharro (su cuadro "Dolor", poco menos que sobrecoge).  Ignacio Zuloaga (1870-1945), vasco como Unamuno, refleja en sus cuadros el amor a Castilla que sentía la generación del 98.  Este eibarrés hará de Segovia su patria chica.  Cuadros como "El Cristo de la Sangre" o "Sepúlveda" son de gran valor, aunque sen su momento escandalizaran a la burguesía.  Pesimista, duro y hasta desagradable es otro pintor expresivo y universal, José Gutirrez Solana (1886-1945).  Andalucía también aporta pintores como el malagueño Picasso, que marchará a París, desde donde ejercerá una verdadera dictadura artística por sus geniales condiciones humanas.  Julio Romero de Torres alcanzará resonancia por sus cuadros de la Córdoba nativa. El onubense Daniel Vázquez Díaz pintará los frescos del monasterio de la Rábida, así como famosos serán sus retratos de intelectuales como Unamuno, Azorín, Marañón, Zuloaga, Rubén Darío o Juan Ramón Jiménez.
La lista es muy larga: Mariano Benlliure, José Clará, Aniceto Marinas son algunos de los muchos arquitectos y escultores que, como Gaudí, pondrán un punto y aparte en el arte español de la época.
Capítulo aparte merecen las costumbres y diversiones por su largo alcance socio-cultural.
El final del siglo XIX y los comienzos del XX significaron un auge en el número de teatros y una expansión hasta los últimos rincones del país; aumentan los autores de los géneros más diversos y sobresalen intérpretes de la talla de Rosario Pino, Fernando Díaz de Mendoza, María Guerrero, Enrique Borrás y Margarita Xirgú.
La zarzuela tampoco decae.  Los inicios del siglo XX encumbran a Chueca (La Gran Vía), Chapí (El rey que rabió) y Amadeo Vives (Doña Francisquita).
El cine llega a España al año siguiente de su invención.  Fructuoso Gelabert realiza los primeros rodajes: Riña en un café (1897), Salida de los trabajadores de la Fábrica España Industrial y Dorotea.  Luego se imita lo extranjero como Barcelona y sus misterios y Cristóbal Colón.  De la mediocridad sólo se salían algunos directores con inquietud, como Florián Rey (La aldea maldita, 1928) y Beinto Perojo (Patricio miró una estrella). Antes de la Guerra Civil sólo cabe destacar (aparte de los triunfos de Imperio Argentina en películas de Florián Rey: La hermana San Sulpicio, Nobleza Baturra, Morena Clara) el documental de grandes valores plásticos de Luis Buñuel, Tierra sin pan, filme pesimista y de ataque sobre Las Hurdes.
De 1923 son las primeras emisiones radiofónicas españolas, que pronto hicieron surgir numerosas emisora, cuyas instalaciones estaban monopolizadas por el Estado.

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