Ya nos hemos referido a las dificultades de lograr una unidad gubernamental entre el centro y las derechas. He aquí las principales: deflación económica, reacción social, contrarreforma agraria, paro, bajada de sueldos, represión de octubre, escándalos radicales, equívocos en torno a Gil Robles, postura de Alcalá Zamora...
Eran evidentes las muestras de desintegración del centro-derecha: el partido de Lerroux estaba dividido y desintegrado. La extrema derecha calificaba a Gil Robles de colaboracionista. El líder de la CEDA no podía reconciliar lenguajes tan radicales como los de Calvo Sotelo, carlistas y falangistas, eso es un hecho.
Calvo Sotelo manifestaba:
"España auténtica, llena de fe en su historia... una e indivisible. La autoridad debe imponerse a cualquier medio. El poder debe ser conquistado por cualquier medio."
Decían los carlistas, que hablaban de una nueva "Reconquista":
"Si la revolución quiere la fuerza, tendrá la guerra."
Gil Robles, aunque utilizaba a veces tonos autoritarios acerca de la toma del poder -cando así pie a la izquierda para acusarle de contrarrevolucionario-, no llegaba a la dialéctica de la extrema derecha. Era accidentalista y parlamentarista.
Pese a que las derechas, en general, entraron en la campaña con gran confianza, energía y abundantes fondos, resultaría finalmente decisiva su desunión. Baste un ejemplo: Sólo en la Iglesia las facciones eran múltiples: carlistas, monárquicos, alfonsinos, accidentalistas, partidarios de Alcalá Zamora, Miguel Maura y nacionalistas vascos.
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