8 ago 2012

LA DERROTA DE LAS IZQUIERDAS Y EL FRACASO DE AZAÑA (III): EL FALANGISMO (II)

José Antonio rechazaba por igual el sistema democrático liberal y el socialismo.  Consideraba al primero "el más ruinoso sistema de derroche de energías", la causa de la "pérdida de la unidad espiritual de los pueblos", el responsable de la esclavitud económica.  El segundo, nacido, según él, como justa defensa contra el sistema liberal, adolecía de otros defectos que le hacían igualmente rechazable: "interpretación materialista de la vida y de la Historia, sentido de represalia y proclamación del dogma de lucha de clases".
Para lograr sus fines, la Falange no debía desdeñar el uso oportuno de la violencia:

"Y queremos por último -decía José Antonio-, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia...  Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria."

Inicialmente, la Falange reclutó sus adeptos entre la juventud universitaria principalmente.  En 1934, la Falange Española y las JONS se fusionaron en un solo movimiento, del que quedó como único jefe José Antonio.  Así, la Falange penetró en los ambientes rurales castellanos para difundirse rápidamente por otras regiones del país.
Las organizaciones obreras, al principio, no se tomaron muy en serio el falangismo, pues no veían en él un peligro grave.  Los políticos conservadores de derecha tampoco lo tomaron en consideración.  La Falange, por su parte, consideraba a los miembros de la CEDA como unos "capitalistas atemorizados", y a los tradicionalistas, como elementos "nobles, pero absurdos".   Mejor criterio les merecían los anarquistas, quienes, según Giménez Caballero, eran los "depositarios de la heroica tradición de los conquistadores".

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