El desastre de Guadalajara dio al gobierno de Largo Caballero moral y fortaleza, pero el problema entre éste y los comunistas volvió a plantearse. Los republicanos se acercaron a los comunistas porque veían en ellos a los defensores de la pequeña burguesía. Los socialistas de izquierda y los anarquistas que controlaban los servicios públicos comenzaron a provocar desórdenes para mantenerlos en sus manos. Largo Caballero, que pretendía una centralización del poder y acabar con el monopolio de los partidos, reprimió los desmanes, por lo que fue acusado de estar evolucionando hacia las derechas y perdió el apoyo popular.
En cuanto a los que se refiere al poderoso Partido Comunista, Largo Caballero se propuso terminar con el predominio de los comisarios políticos, denunciándolo por favoritismos y presiones y promulgando un decreto el 17 de abril, por el cual los nombramientos quedarían a su cargo.
La situación comprometida en que se encontraba Madrid hacía imprescindible la unió de todos los partidos políticos, pero para ello era necesaria la dimisión del jefe del gobierno, que aparecía estorbando los planes de socialistas, republicanos y comunistas.
Cuando Largo Caballero intentó llevar a cabo su plan de ofensiva en Extremadura para reconquistar las plazas de Mérida y Badajoz, los comunistas y sus consejeros rusos se opusieron, fundándose en que, aunque se aislase al gobierno de Burgos de sus bases en Andalucía, siempre podría utilizar la frontera y el territorio portugués para comunicarse con ellas; además, el desguarnecer las defensas de Madrid enviando importantes efectivos militares al oeste, constituía una locura.
El 13 de mayo se produjo la crisis entre las izquierdas españolas. Largo Caballero, incoherente y vacilante ante las grandes presiones que tuvo que soportar por parte de un partido que había llegado al cenit de su poder, tuvo que dimitir. Sus colaboradores íntimos le abandonaron. Había sido el primer jefe del gobierno procedente de la clase trabajadora y había querido aunar los esfuerzos de todos los elementos políticos de la nación para mantener la República y salvarla de los ejércitos nacionales. Los comunistas, que en un principio le habían ensalzado, llamándole "el Lenin español", le desprestigiaron después, culpándole de la pérdida de Málaga, y la propaganda con que al principio le apoyaron fue retirada, siendo sustituida su imagen pública por la de Stalin y Lenin, cuyos retratos se exhibían en las calles de Madrid. El 17 de mayo Negrín formaba un nuevo gabinete.
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