4 ago 2012

EL SOCIALISMO HASTA PRIMO DE RIVERA (IV)

El debate, muy apasionado -como era de suponer- y con excesivas referencias personales, dio paso a la votación: 8.808 votos en contra y 6.225 a favor.  La escisión se había consumado, ya que lo que ocurrió a continuación era lo previsible.  Pérez Solís hizo una declaración, firmada por numerosos delegados, por la que se alejaba del partido.  Inmediatamente después lo hicieron otros miembros.  Sólo quedaría Fernando de los Ríos.
A pesar de no haberse agotado el orden del día, el congreso había finalizado.  A partir de este momento se entablará una lucha bastante agria entre el grupo de terceristas constituidos en Partido Comunista Obrero Español y los ortodoxos, para conseguir la adhesión de las federaciones.  El resultado de este estado de confusión fue que mientras al comenzar el año 1921 el PSOE contaba con 58.000 afiliados, a finales del mismo años apenas pasaba de los 21.000, y, como es lógico, no todos los que faltaban habían pasado al nuevo partido.
Si hasta ahora había sido difícil distinguir al PSOE de la UGT, a partir de estos momentos la dirección del PSOE cerró filas en lo que se refiere al control de la UGT para evitar una repetición de los sucedido.  Además no hay que olvidar que los disidentes terceristas, fuera cual fuera su actitud ante el partido, siguieron conservando su carnet del sindicato, lo que supuso que la organización se encontrase con una fuerte oposición desde dentro, sobre todo por parte de los miembros de los Partidos Comunistas.
En esta situación en el mes de noviembre de 1922 celebró la UGT su decimoquinto congreso, en el que estuvieron representados 208.170 afiliados.  La línea ortodoxa debía enfrentarse con las tendencias que apoyaban una unidad solicitada por los comunistas y buena parte de los socialistas. Sin embargo, no se dio tiempo al diálogo.
Al día siguiente de la inauguración, durante la alocución del representante de la Federación Sindicalista Internacional, se produjo un hecho insólito: uno de los asistentes, durante el alboroto, fue muerto a tiros.  ¿Quién disparó?  No se supo; pero el incidente sirvió para que, por Besteiro y Teodomiro Menéndez, se acusase a los comunistas y, en base a ello, se expulsasen del congreso a todas las delegaciones sospechosas de comunismo, e incluso a aquellas que habían recibido el encargo de votar por la incorporación a la Internacional Sindicalista Revolucionaria.  La unidad se había  salvado, de forma insospechada, gracias a la expulsión de los comunistas de la UGT.

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