5 ago 2012

EL MOVIMIENTO OBRERO BAJO LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA (I)

El golpe de estado de Primo de Rivera va a situar al Movimiento Obrero en unas coordenadas distintas a las que estaba acostumbrado éste.  Primo de Rivera plantearía a todas las fuerzas organizadas del país el dilema de colaborar con la Dictadura o ser suprimidas legalmente.  El rechazo fue casi unánime. Nuevamente dio una respuesta afirmativa el PSOE y como es natural, lo mismo hizo la UGT.  ¿Qué había pasado para que, cuando todos los partidos políticos habían sido suprimidos, únicamente fuera permitido el Partido Socialista? ¿A qué se debía, en el campo sindical, la colaboración de la UGT, cuando todas las organizaciones obreras habían sido clausuradas?
Indiscutiblemente, a una sola causa: el binomio PSOE-UGT seguía su propia evolución oportunista y reformadora, al ejemplo de Kautsky, olvidando totalmente sus planteamientos iniciales.  De la conquista del poder y la destrucción del Estado burgués había pasado a un simple intento de desplazar la correlación de fuerzas en el poder a su favor, para ir compartiendo el poder del Estado con las restantes fuerzas burguesas.  En definitiva, había cambiado la revolución proletaria por el reformismo burgués.  Pero veamos los acontecimientos estudiando por separado la situación de las fuerzas obreras.

Las relaciones del socialismo con la Dictadura se centran en dos puntos fundamentalmente: la participación en el Consejo de Estado y la actitud frente a la Asamblea Consultiva.  La colaboración se había iniciado con la conferencia sostenida por Llanera (secretario del Sindicato Minero de Asturias) con Miguel Primo de Rivera el 1º de octubre de 1923, en la que al parecer, se sondeó la posibilidad de que éste fuera ministro de Trabajo.  Esta conferencia escindió, aunque en partes desiguales, a las Comisiones Ejecutivas.  Se opusieron a la colaboración Fernando de los Ríos, Prieto y Blázquez, pero ésta fue aprobada.
Iniciada esta colaboración, no tuvo ningún problema el gobierno para suprimir todo signo externo del Movimiento Obrero no colaboracionista. Así, la conmemoración del 1º de mayo de 1924 fue prohibida sin protesta alguna por parte de la UGT, al mismo tiempo que se clausuraban los pocos locales cenetistas que aún permanecían abiertos y eran detenidos los pocos dirigentes que quedaban en libertad.  El  Partido Comunista había sido ya declarado ilegal en septiembre de 1923.
La colaboración que mantenían a diversos niveles (sólo se negaron a colaborar con Martínez Anido, a la sazón Ministro de la Gobernación) alcanzó un mayor nivel con la absorción del Instituto de Reformas Sociales por el Ministerio de Trabajo, bajo la denominación de Consejo de Trabajo, y en el que Largo Caballero se arrogaba la representación de toda la masa obrera.  La corriente socialista intentaba su consolidación como bloque  dominante a costa de divorciarse del resto del proletariado.  Siguiendo en esta misma línea, Largo Caballero y Saborit participaban en la creación de unos comités paritarios de patronos y obreros, elegidos por sus respectivas asociaciones, que resolverían los conflictos laborales, a la vez que renunciaban a la huelga.

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