11 ago 2012

EL LEVANTAMIENTO EN MARRUECOS Y LA PENÍNSULA (I)

La guarnición destinada a iniciar la sublevación fue Melilla, que en vez de hacerlo el día 18, lo hizo el 17.  Se había programado así porque los generales tenían plena confianza en el ejército africano, ya qu eno estaba contaminado ideológicamente, porque era patente la lealtad de la tropa a sus mandos y por constituir la mejor fuerza combativa, disciplinada, resistente y valiente a la hora de lanzarse al ataque.
Ya en las maniobras que el 12 de julio se habían efectuado en el lugar llamado "Llano Amarillo" todos los jefes y oficiales tuvieron la ocasión de encontrarse y de ponerse de acuerdo.  La tarde del 17 de julio el coronel Solans, el teniente coronel Seguí y el comandante Zenón tomaron la comandancia militar de la circunscripción de Melilla, lo cual se consiguió gracias a la sorpresa.  A continuación, el teniente coronel Bartoméu sacó las tropas a la calle y proclamó el estado de guerra.  Melilla había sido tomada.
Aquella noche se comunicó a Ceuta, Tetuán y Larache que el Alzamiento había comenzado.  Las dos primeras secundaron en seguida el hecho militar: en Ceuta, el teniente coronel Yagüe, y en Tetuán, el teniente coronel Sáenz de Buruaga.  El día 19, a las siete de la mañana aproximadamente, llegaba Franco al aeródromo de Tetuán, procedente de Canarias.
En la Península, el golpe militar triunfó en aquellas plazas donde se procedió con celeridad, mientras que en donde hubo titubeos fracasó.  Cada comandancia militar actuó independientemente, de acuerdo con el equilibrio de fuerzas locales.  Allí donde los partidarios gubernamentales eran una gran mayoría y contaban con recursos, la sublevación falló.  En Sevilla, el general Queipo de Llano, junto con los comandantes Cuesta y López Guerrero, tomó la ciudad el día 18, a pesar de tener una población integrada en gran parte por masas comunistas y anarquistas.  En Zaragoza (aunque al principio había dudado) dirigió la sublevación el general Cababellas, junto con Gómez Arenas; con gran celeridad, y adelantándose a los acontecimientos, detuvieron la posibilidad  del reparto de armas ordenado por el gobierno, mientras que al miso tiempo se levantaban Jaca, Huesca, Calatayud y Teruel.  En Valladolid, Saliquet tomó la capitanía el día 18, después de una fuerte discusión en los pasillos y de tres muertos y cinco heridos..  En Burgos, el general Dávila declaró el Alzamiento el día 19, después de haber detenido al general Botet, leal a la República.  en Oviedo se alzó el general Aranda el día 19, tras haber hecho salir a los mineros camino de Madrid para ayudar a las masas milicianas a sofocar la rebelión en la capital.  En Toledo lo hizo Moscardó, que trasladó la comandancia militar al Alcázar.  La Coruña se unió el 20, incorporando con ella dos cruceros a las fuerzas nacionales: el España y el Almirante Cervera.  En Baleares, la sublevación había sido preparada por Goded en la ciudad de Palma, antes de su salida para Barcelona por decisión del alto mando.  Todo fue fácil. Sólo hubo algunos focos de resistencia en Sóller, Pollença y Manacor.  Sin embargo, Menorca no se incorporó.  Como era base naval, estaba en poder de la marina y ésta se puso del lado gubernamental al asesinar la tropa a todos los oficiales en Mahón.  Córdoba, Jerez de la Frontera y Cádiz se unieron también el 18, lo mismo que Cáceres, Segovia, Ávila y Canarias.
Sin embargo, caen Guadalajara, Málaga, Almería, Albacete, San Sebastián y Valencia.  El Alzamiento es sofocado en estas ciudades por la indecisión de las tropas, que se encerraron en los cuarteles, dando lugar al asalto por las agrupaciones marxistas hasta su total rendición y aniquilamiento, como sucedió en Madrid con el Cuartel de la Montaña.
En Madrid y Barcelona fracasó la sublevación.  El gobierno del Frente Popular, desde su triunfo en las elecciones de febrero, había ido desarticulando y debilitando las fuerzas militares, desguarneciendo los cuarteles, reduciendo los regimientos a efectivos aproximados a una compañía y guardando el armamento en parques y maestranzas.
Paralelamente, y en previsión de una guerra civil, había ido militarizando y armando a los grupos políticos y sindicales de las organizaciones extremistas con desfiles y adiestramiento de las milicias socialistas y comunistas.

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