9 ago 2012

EL BIENIO DE CENTRO-DERECHA 1934-1936 (I)

"Bienio de Reacción" o "Bienio Negro" llamó la izquierda al período que va desde las elecciones de noviembre de 1933 hasta la victoria del Frente Popular en febrero de 1936.
Ningún partido, por sí mismo, tenía mayoría en las nuevas Cortes.  Era necesario, pues, un gobierno de coalición.  La CEDA y la extrema derecha no constituían la mitad de la Cámara, y la CEDA más el centro (radicales) tampoco constituían mayoría.  De cualquier forma, los dos dirigentes de las minorías principales eran Alejandro Lerroux, del partido radical, y José María Gil Robles, de la CEDA.
De las características de Lerroux durante las dos primeras décadas del siglo XX ya dejamos constancia en su momento.
El Lerroux de los años treinta era una figura provecta.  Su enemistad con Azaña y con los socialistas y el poco contenido de su programa de gobierno le arrastraban hacia el centro.  Después de los sucesos de Casas Viejas, arremetió contra el Gobierno.  Lerroux tenía un gran sentido de la realidad, causa de sus éxitos políticos.  Predicaba su sentido españolista de las cosas y quería garantizar una liberal convivencia y una tolerancia mutua entre los grupos políticos y sociales del país.  Lerroux, pese a sus antecedentes demagógicos y anticlericales, giraba hacia el centro, aproximándose a la derecha.  Se propuso ganarse a los católicos y monárquicos diciendo que la República defendería a la Iglesia y el derecho de propiedad; acusaba a los socialistas, que habían manejado el gobierno anterior, de inclinarse demasiado a la izquierda; pronosticaba que la CEDA y Gil Robles acabarían siendo leales republicanos.
El presidente de la República, Alcalá Zamora, veía en Gil Robles un político celoso en defender una República casi recién nacida y cargada de problemas.  Gil Robles había sido abogado de los militares complicados en la sublevación de Sanjurjo y era, a su vez, abogado de los jesuitas, si bien no se había declarado antirrepublicano.
Don Niceto acabó inclinándose por Lerroux, con quien ya la CEDA había llegado a un acuerdo: un gabinete de centro compuesto por radicales que contaría con el apoyo parlamentario de la CEDA.  Con este trato Gil Robles podía reducir al Gobierno a la impotencia, pero, apoyando "desde fuera" al de Lerroux, demostró su "bona fides" republicana.  Lerroux pensaba que si Gil Robles le apoyaba dominaría el centro, mientras que Gil Robles creía que cuando los radicales fracasaran, nadie podría negarle a la CEDA el derecho a gobernar, una vez que hubiera declarado su "plena lealtad al régimen que el pueblo ha querido".
Pero los planes de estos dos dirigentes tenían su contrapartida..
A Lerroux, por inclinarse tanto hacia la derecha, se le enajenó el ala izquierda de su propio partido, y su lugarteniente, Martínez Barrio, se separó de su jefe con un fuerte núcleo de seguidores, constituyendo el nuevo grupo de Unión Republicana.
También Gil Robles tropezó con elementos intransigentes dentro de sus propias filas.  La postura de éste era realmente difícil.  No podía esperar convertirse en presidente del Consejo de Ministros in declarar su lealtad a la República; pero el respaldo financiero de su partido era abrumadoramente monárquico, por lo que resultaba arriesgado declararse republicano. Él insistía en su parlamentarismo y en su "justo medio", pero esto no satisfacía a los nacionalistas ni a los monárquicos.
En el célebre movimiento católico juvenil celebrado en El Escorial el 22 de abril de 1934, en el que 30.000 jóvenes católicos aclamaron a Gil Robles, éste rechazó la violencia, la exaltación de la raza, los desfiles marciales...; pero sus seguidores, entre ellos la Juventud de Acción Popular, asociada a la CEDA, se inspiraban en los movimientos juveniles totalitarios alemanes e italianos, tan en boga en aquella época.
En estas circunstancias, los socialistas y republicanos dudaban de las declaraciones de parlamentarismo de Gil Robles.  Actualmente la mayoría de los historiadores han llegado a la conclusión de que el partido de Gil Robles no era contrario al funcionamiento de un régimen democrático, y los hechos aclararían más tarde que eran falsos los supuestos propósitos dictatoriales de Gil Robles.  Pero entonces la opinión republicana, basándose en los puntos que defendían, consideró a estos populistas y agraristas como reaccionarios clericales, dictatoriales y prefascistas, tal vez en parte porque ellos mismos no supieron zafarse claramente de esa imagen, en buena medida por su propio complejo de autoestima política.


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