20 jul 2012

MINERÍA E INDUSTRIA A INICIOS DEL SIGLO XX (I)

La industria española seguía dependiendo del poder adquisitivo creado por el sistema agrícola del país.  El desastre colonial de 1898 afectó particularmente a la industria textil, que tenía en Cuba, Puerto Rico y Filipinas mercados monopolísticos de venta.  Los productos textiles -y ello gracias al arancel proteccionista de 1906- se limitaron al mercado interior, salgo durante la guerra de 1914.  Esto es, dependían de la capacidad de compra de los campesinos, del resultado de las cosechas y del nivel de vida de los jornaleros.  De esta forma, a las grandes empresas algodoneras les resultó difícil modernizarse y seguir el proceso de concentración iniciado a finales del siglo XIX. Los que más sufrieron esta disminución de beneficios fueron los trabajadores, a quienes se les despedía y se les negaban toda clase de reivindicaciones.
Aparte este caso, los lustros iniciales del siglo XX significan un avance de la industria española.  Destaquemos, en primer lugar, el extraordinario aumento en la producción y en el consumo de energía.  De 1900 a 1913 la obtención de hulla pasó de 2.674.000 toneladas a 4.293.000, al mismo tiempo que las importaciones saltaban de 1.992.000 a 3.098.000; trajeron consigo aquellas cifras la modernización del utillaje de las cuencas asturiana y leonesa.
El transformador en 1890 permitió el empleo de fuentes energéticas lejanas, y como en España el carbón no era barato, la industria hidroeléctrica dará un fortísimo tirón.  La energía hidroeléctrica liberó a Cataluña del carbón inglés; las bombas de riego se vieron favorecidas por esta energía barata y pudieron liberarse de la dependencia del costoso gas de las compañías extranjeras.  En 1910 Madrid estaba abastecido de electricidad por la línea de alta tensión más larga de Europa, y en 1914 había energía eléctrica suficiente para salvar a la industria catalana de la bancarrota total, como consecuencia de la escasez de carbón.
Entre 1900 y 1914 se registró la fundación de importantísimas compañías; el capital vasco promovió la Hidroeléctrica Ibérica (1901), la Sociedad Mongemor y la Hidroeléctrica Española (1907).  El capital extranjero se movió a placer, dando lugar a la Barcelona Traction (La Canadiense), la mayor empresa de energía eléctrica de Cataluña, fundada por el financiero Pearson, quien comprendió la importancia futura de la electricidad para la industria catalana; la Barcelona Traction se convirtió en un inmenso imperio financiero extranjero, señalando el tránsito de las inversiones extranjeras del sector minero y ferroviario a las empresas de servicios públicos a partir del año 1900.
En estas fechas aparecerían otra compañías: la Sociedad General de Fuerzas Eléctricas, la Unión Eléctrica Madrileña, la Catalana Gas y Electricidad.  Fruto de este esfuerzo privado fue que en 20 años se sextuplicara la potencia instalada (104 millones de kilovatios/hora en 1901 y 606 millones en 1920).
Hacia 1936 estaban ya constituidas y en expansión las cinco principales sociedades eléctricas, caracterizadas por el reducido consumo del mercado, por incrementos anuales muy pequeños, gran libertad de la iniciativa privada y amplio margen disponible entre las posibilidades productoras de energía y la escasa demanda del mercado.

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