28 jul 2012

MIGUEL PRIMO DE RIVERA: LA DICTADURA Y EL DICTADOR (IV)

Las grandes realidades de la U.P. serán: Nación, Iglesia y Rey.  La monarquía no era considerada por Primo de Rivera como una necesidad, sino como una realidad dada en el orden político y social; además, como la mayoría de los españoles la aceptaban, el dictador y su partido hacían lo mismo. cosa parecida ocurría con la Iglesia: Primo de Rivera, arrepentido, se convirtió en un ferviente católico, y pensaba que todos los españoles también lo eran o debían serlo; en este aspecto, la Dictadura fue muy poco tolerante con los protestantes, con el uso del catalán en las ceremonias eclesiásticas (recordemos que las misas preconciliares se cantaban en latín), etc...
También, la Dictadura tenía más de escolástica aristotélica que de fascista, lo cual no impidió la admiración por Mussolini y la importación de uniformes y fórmulas idiomáticas fascistas.  Pero a los apologistas de Primo de Rivera les gustaba citar más a autores del sabor de Menéndez y Pelayo, Maura, Costa, Vázquez de Mella, Maritain, Sturzo, Balmes, Cherteston...  Les eran sabrosos en especial los ataques que carlistas y Ortega y Gasset dirigían contra las instituciones parlamentarias.  Ortega y sus textos en favor de las minorías selectas y de las desigualdades entre los hombres, así como sus ataques a la vieja política, serán algo muy grato a invocar por los partidarios de Primo de Rivera y de su hijo José Antonio.
El dictador estaba convencido de su política, y no hizo ningún caso de políticos como Maura y Cambó, que reclamaron de Primo de Rivera el paulatino restablecimiento de la normalidad política y la solución de los problemas existentes y sin resolver.
El gobierno del dictador, carente de perspectivas y sin atacar a fondo el problema fundamental de la integración de la "España vital" en la "España oficial", se sostuvo durante siete años gracias a la oleada de prosperidad mundial que coincidió con su advenimiento al poder.  Cuando en 1929 la crisis mundial fue una realidad, el sistema dejó de estar justificado y se derrumbó.  Otros bastiones de su régimen fueron el ejército de África, la aristocracia terrateniente de Andalucía y Castilla y las altas jerarquías eclesiásticas.  En cuanto al apoyo que recibió del monarca, no cabe duda que le afirmó su postura, porque a Alfonso XIII le satisfizo la experiencia dictatorial que había esbozado en unos discursos pronunciados antes de 1923.  Es muy discutida por historiadores y políticos la rectitud del comportamiento constitucional del monarca al desoír a su jefe de gobierno García Prieto, al sancionar el golpe de estado, al encargar a Primo de Rivera que formara gobierno y al autorizar la larga interrupción de la normalidad constitucional.  Cabe disculpar a Alfonso XII diciendo que la crisis del sistema canovista era algo palmario desde hacía varios años y que, como otros muchos españoles, deseaba una política renovadora.  
La monarquía de la España vital y la monarquía como integración superadora de las discordias internas son las dos constantes que nos resumen lo que podríamos llamar la "empresa política" del rey Alfonso XIII.  De todas formas, trono y dictador se encontrarán excesivamente vinculados, no pudiendo el monarca desatarse y ligando, a la postre, su suerte a la de aquél.
Estamos viendo el pensamiento político del dictador y las bases sociales y sectores de opinión en que pretendió apoyarse.  Primo de Rivera destrozó el aparato ortopédico de la Restauración, pero no logró facilitar uno nuevo.  La Dictadura quedará siempre como un logro no alcanzado.  No era de extrañar que, conforme a lo que hemos dicho, tuviera adversarios irreconciliables.  Ahí están los políticos que habían detentado el poder en los últimos años; los republicanos; los intelectuales, con Miguel de Unamuno a la cabeza; la C.N.T., y parte del ejército.

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