28 jul 2012

MIGUEL PRIMO DE RIVERA: LA DICTADURA Y EL DICTADOR (III)

La Dictadura se manifiesta como un régimen de fuerte tendencia centralista, apoyado en el ejército, favorable al partido clerical y a la Iglesia, aristocrático y apegado a los grandes terratenientes, inclinado al socialismo de Madrid y opuesto al sindicalismo de Barcelona.  Está claro que la Dictadura militar derivó rápidamente hacia un régimen de cerrado conservadurismo ideológico, político y social.
El pensamiento político de Primo de Rivera era primitivo, personal e ingenuo.  La médula de su personalidad política estaba hecha de un odio obsesivo a la política y a los políticos.  Sus apariciones públicas estuvieron siempre salpicadas, de principio a fin, de ataques a los hombres que en su opinión habían arruinado y desmoralizado al país.  Su ideal era una España sin políticos ni partidos al estilo antiguo, y la clave para comprender sus actos está en su afán consciente por hacer lo contrario de lo que se había hecho hasta entonces.  Esto no puede aplicarse plenamente a su política económica y social.  Su programa era claro: romper toda relación con los políticos, a quienes achacaba los desastres que había sufrido España.  Él, al contrario, barrerá la farsa de las elecciones y la inmoralidad de todos los órganos de la administración; él, patriota, charlaría directamente con el pueblo, explicándole sus decretos y confesándole sus errores; él, hombre de sentimientos y de creencias, escribía cartas a sus súbditos a primeras horas de la madrugada, "tras un día de duro trabajo que tengo que reemprender dentro de cuatro horas".  "Institucionismo" y "rectificación" eran las formas de ponerse en contacto con el hombre de la calle y salvaguardar así el espíritu democrático. Por esto mismo, su sistema fue puramente exterior: amordazó las disidencias existentes, sin pararse a examinar la verdadera entidad de los hechos a que se debía su aparición, y lo malo del caso era que se quedaba convencido de haberlo resuelto por completo.
Paternalista hasta la excentricidad, recomendaba a los españoles tomar una sola comida fuerte al día, sin almuerzo; se ocupaba personalmente de restituir sus derechos a un carnicero que había sido desahuciado; se dedicó a redimir las sábanas empeñadas por los pobres de Madrid; daba discursos, hacía giras por el país y se entusiasmaba por los derechos de la mujer.  todo esto y muchos detalles más de campechanía despertaron al principio el cariño del público, pero terminaron exasperándole y humillándole.  En una parte de este público comenzó a incubarse un sentimiento de desprecio hacia Primo de Rivera.
Sus discursos, sus dichos revelan a este hombre ingenuo, franco, patriota y emotivo, que se presentaba como "el salvador austero y sacrificado que la providencia enviaba", incluso con una "misión divina" a realizar (está claro en quién se inspiró Franco a la hora de emitir las monedas que circularon por España durante más de cuarenta años).  Se manifestó así el dictador:

"He besado a un soldado ennegrecido, sucio... muchas veces he besado con el alma en los labios el crucifijo, la bandera, a mi madre, a mis hijos y a mi amada España.  El beso de hoy también es inolvidable.  Sé lo poco que valgo y no dudo que hay una Divina Providencia, que hace que uno que no sabe gobernarse a sí mismo pueda gobernar a veinte millones de españoles.  No tengo experiencia de gobierno.  Nuestros métodos son tan sencillos como ingenuos.  Son los métodos que dicta el bien de la patria y tomamos nuestras resoluciones mientras nos arrodillamos ante el santuario del espíritu nacional."

A pesar de todo las intenciones y la inspiración divina empezaron a integrarse en una ideología más coherente, elaborada "a posteriori" por los periodistas teóricos de su partido, la Unión Patriótica (U.P.).  El odio hacia el antiguo grupo de políticos se racionalizó, convirtiéndose en una teórica política antiparlamentaria, que se decía democrática, pero que atacaba el individualismo y los derechos individuales a los que consideraba un suicidio moral para la nación y "arabescos de intelectuales desocupados".


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