28 jul 2012

MIGUEL PRIMO DE RIVERA: LA DICTADURA Y EL DICTADOR (I)

Aunque parezca mentira, antes de Franco se entendía por dictadura un régimen político de excepción, de duración estrictamente limitada en el tiempo, destinada a poner fin a una situación de emergencia, superada la cual es preciso volver al orden constitucional normal.
Que un general, mediante un golpe de estado llevado a cabo con el apoyo del ejército y con el asentimiento expreso o tácito de la mayor parte del país, se hiciera cargo del poder político para poner fin a una situación de anarquía, no era nuevo en la historia contemporánea de España; pero lo original va a ser que Primo de Rivera pretenda convertir ese golpe de Estado en un régimen estable, con sus fundamentos institucionales propios y bajo la poderosa inducción de un ejemplo que estaba a la sazón en el ambiente político de todos los países de Europa meridional.  Recordemos como caso significativo que el fascismo italiano, escisión del Partido Socialista Italiano fundada por Benito Mussolini, triunfaba en Italia desde octubre de 1922.
El 13 de diciembre de 1923, el Ministro de la Gobernación daba la siguiente nota oficiosa:

"El Capitán General de Cataluña, en la noche pasada, ha declarado por sí el estado de guerra en aquella región, se ha incautado de las comunicaciones y se ha dirigido a las otras regiones invitándolas a secundar su actitud, para explicar la cual ha dado un Manifiesto al País, anunciando que el Ejército pide al rey, para salvar a la Patria, la separación de los actuales ministros y de los políticos de la gobernación del Estado.  Las fuerzas militares de alguna de aquéllas parece que se disponen a seguir el mismo camino de la rebelión.  El gobierno, reunido en Consejo permanente, cumple el deber de mantenerse en su puesto, que sólo abandonaría ante la fuerza, si los promotores de la sedición se decidieran a arrostrar todas las consecuencias de sus actos.  S.M. el rey llegará hoy a Madrid."

La víspera, desde Barcelona, Primo de Rivera lanzaba un manifiesto "al país y al ejército", que era una relación heterogénea de instituciones y anhelos, desplantes y halagos, censuras muy violentas, promesas harto ligeras y soluciones demasiado expeditivas; a este manifiesto, como se ha dicho, le faltaba ideología y le sobraba carácter.
Alfonso XIII aceptó de buena gana el golpe de estado, y Primo de Rivera constituyó un Directorio Militar para dirigir los destinos del país.
Preguntémonos ahora por el perfil humano de Primo de Rivera, por la reacción de la opinión pública y por el pensamiento político de la Dictadura.

Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella, nació en Cádiz en 1870.  El historiador coetáneo Ramos Oliveira nos da de él esta imagen respetuosa:

"Primo de Rivera tenía la planta del andaluz cabal: sensible tras una máscara alegre y risueña, era indiscreto, sensual, efusivo y desprendido.  No quiso debérselo todo a su tío don Fernando... y se esforzó desde mozo por conquistar su propia personalidad y sus laureles.  Su cultura descubría profundas deficiencias, que tácitamente se creían compensadas en el militar por una tradición, quizá respetable, que daba la primacía al arrojo personal...  Su debilidad por la política era tan antigua como su debilidad por el buen vino y las mujeres...  Entendimiento vulgar, quiso hacer de la Dictadura militar un régimen patriarcal en el que los ciudadanos se guiaran por sus consejos de hombre que había vivido mucho... Pretendió reformar las costumbres, el expediente infalible de todo arbitrista; y acudía a verbenas y regocijos populares a mezclarse con la multitud que nunca le odió, porque la Dictadura fue un despotismo templado y Primo de Rivera no se deshonró con la crueldad del tirano."

Madariaga, por su parte, nos presenta una semblanza del dictador algo más atinada:

"El general Primo de Rivera no difería del político de café en su esencia, sino en calidad.  Era una especie de genio de la especie, pero la especie es castizamente nacional.  De aquí la popularidad que alcanzó cerca de una parte considerable de las masas medias urbanas del país.  Hombre representativo, se parecía lo bastante a la masa para que ésta se reconociese en él, pero se alzaba lo bastante sobre ella para llevar dignamente s representación.  Espontáneo, intuitivo, no informado, irritable ante el obstáculo, imaginativo, intensamente patriota, dado a opiniones simplistas, a cortar nudos gordianos, a resolver problemas complejos con sencillez pastoral, a preferir la equidad sobre la justicia, el buen sentido al pensamiento, a obrar, pensar y sentir con un punto de vista irremediablemente personal.  (...)  Por encima de estos rasgos que le daban figura popular, tenía cualidades que le elevaban sobre la masa.  Primero, su valentía física y moral, que llegaba a veces hasta la audacia, sobre todo en sus excursiones por el camino del intelecto, y que le inspiraba a ratos actos de estadista, como, por ejemplo, sus éxitos político-militares de Marruecos.  Luego, su generosidad, porque era verdaderamente generoso y no tenía rencor, ni para aquellos que le habían ofendido a él, ni para aquellos que él había ofendido -generosidad esta última que la mera ironía no acierta a comprender-.  Tenía buen corazón, en armonía con su buen sentido.  Andaluz, era hábil y aun fino."

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