16 jul 2012

LOS PROBLEMAS AGRARIOS A INICIOS DEL SIGLO XX

Las reformas liberales del siglo XIX perjudicaron a la gran masa de la población rural.  Estas gentes no recibieron tierras y cada día dependían más de los grandes propietarios.  Las masas de trabajadores aumentaron demográficamente, con lo que se empeoró la situación, ya que el excedente de mano de obra mantenía los salarios muy bajos, además de estar largos períodos del año desocupados.  Los remedios eran "casi" imposibles: la industria no absorbía la mano de obra sobrante, la agricultura no se podía intensificar por la relativa pobreza del suelo, la falta de mercados y la incapacidad de los propietarios para explotar esas tierras.
Estas masas proletarias rurales, superpobladas, míseras y vergonzosamente desnutridas, llegó un momento en que no pudieron aguantar más tiempo las consecuencias de la inseguridad y la dependencia.  No se contentaron con hacer unas "peticiones modestas"; pedían tierras, pedían justicia.  Pero se lo pedían a unos grandes propietarios políticamente muy poderosos.
El trágico conflicto de clases en el sur de España -que explica muchos de los matices de nuestra idiosincrasia en los últimos 100 años- empezó a manifestarse a partir de 1870, cuando los braceros fueron abandonando su catolicismo tradicional para adoptar la filosofía revolucionaria anarquista.  A finales de siglo, los levantamientos de pueblos enteros, las huelgas revolucionarias, los incendios de cosechas y, en general, las manifestaciones de violencia eran algo endémico.  Terminada la Primera Guerra Mundial, Andalucía y Extremadura fueron durante tres años escenarios de luchas laborales, y los sindicatos socialistas empezaron a competir con los anarquistas para ganarse el apoyo del campesinado.  Los braceros se habían alienado por completo de la sociedad burguesa dominante.  El sur de España parecía condenado a un estado de inestabilidad permanente, en el que la más ligera distracción por parte de las autoridades o el primer brote de entusiasmo entre los obreros provocarían inmediatamente un nuevo conflicto.
En 1931 la situación pareció alterarse. La monarquía, carente de los recursos morales y políticos necesarios para afrontar el problema agrario, fue derrocada.  El gobierno republicano proclamó que su objetivo esencial era la regeneración de España, y se propuso apaciguar al campesinado revolucionario. por primera vez en la historia de España se hizo un intento de reforma agraria.  Sin embargo, este intento no tuvo el resultado deseado (la conciliación de las clases sociales); por el contrario, intensificó las tensiones sociales, provocando así la caída del gobierno de Azaña, la radicalización de los socialistas y, finalmente, en 1936, el estallido de la lucha de clases, general y abierta.
Desde la Guerra Civil hasta la llegada de la Democracia pocos cambios fundamentales ha experimentado la propiedad de la tierra.  Las cifras de 1930 tienen validez para 1960 y para 1910.

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