10 jul 2012

LA INTERNACIONAL CLANDESTINA EN ESPAÑA (I)

En 1874 apareció el decreto por el que se declaraba la legislación con todo tipo de medidas, tanto contra las distintas federaciones locales como contra sus más conocidos dirigentes.  Sin embargo, la prescripción no había cogido por sorpresa a la Federación Barcelonesa, que, en previsión de esta contingencia, constituyó un comité secreto, el cual siguió manteniendo contacto con las distintas federaciones locales, a través de circulares, y preparó el primer congreso clandestino , que si bien se pensó celebrarlo en Barcelona, se llevó a cabo en Madrid del 21 al 28 de junio de 1874.  Era el cuarto congreso de la Federación y el primero en la clandestinidad.  Entre los acuerdos del mismo, en el que se acusaba ya la presión gubernamental (habían perdido el 21% de sus efectivos), el más importante fue el de dividir al país en comarcas (10), que de ahora en adelante celebrarían sus conferencias por separado, aunque con la asistencia de un delegado de la Comisión Federal.  También se abandonaba, en parte, la panacea de la huelga general, para tomar un camino más revolucionario.
La falta de base obrera hozo que la Comisión Federal volviese a Barcelona en el verano de 1875.  Estaba formada por F.Tomás, R. Farga Pellicer, T. Soriano, García Viñas y Vidal.
Sin embargo, el antiinternacionalismo de este período no fue privilegio exclusivo del gobierno.  Todas las fuerzas burguesas tomaron conciencia del peligro que representaban para sus intereses las ideas internacionalistas.  Al coro acusador se adhirieron gran número de políticos, miembros de profesiones liberales, poetas y la jerarquía eclesíástica.  El obispo de Vich, al considerar el pertenecer a la Comisión Federal como pecado mortal, exhortó a sus párrocos a negar la absolución a los asociacionistas.
La clandestinidad forzada operó, sin embargo, una transformación radical de los muchos aliancista.  En este momento ya no sólo se les obligaba a la clandestinidad, sino que ésta era considerada como necesaria, ya que sus planteamientos se habían tornado mucho más revolucionarios.  A la vez que se apartaban de sus clásicos medios de lucha (la huelga), se estimulaba la lucha revolucionaria, ya que consideraban para ello, abandonado en gran parte la acción sindical, puesto que un sindicato podrá ser más o menos radical, pero nunca puede ser clandestino.  Las nuevas corrientes apartaron de la Federación a todos aquellos grupos que consideraban aún válida la lucha sindical, quienes se agruparon en 1876 en el reconstruido Centro Federativo de Sociedades Obreras de Barcelona.  Así, en 1877, la Federación Regional tenía tan sólo 71 federaciones locales y ni un solo sindicato.
El centro Federativo, que agrupaba en su seno a los sindicalistas, reformistas y radicales cooperativistas, celebró una conferencia en 1877 para reagrupar a todas las sociedades obreras, fundadas sobre principios socialistas.  La conferencia, no sin oposición, aprobaba la huelga como arma de lucha, aunque con bastantes limitaciones.  Los sectores cooperativistas, que consideraban la huelga como sinónimo de holganza, tuvieron más éxito en el debate sobre cooperación, ya que se aprobó que "... la huelga no es más que un medio utilizable, siendo la cooperación un principio definitivo".  También fueron abordados temas como el de la creación de cooperativas y el de la asistencia social.

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