25 jul 2012

LA CRISIS DE 1917 (II): LAS JUNTAS DE DEFENSA

Sobre la situación apuntada de enormes diferencias entre ingresos de unos y salarios de otros y con los desniveles entre salarios de una ciudad y del campo -lo que obliga a un incremento de las migraciones internas- se agudiza más la lucha de clases.  El mundo burgués y el mundo proletario están cada vez más separados y cada vez se presiente más entre ellos un choque violento.  El estallido sobrevendrá en 1917.  La burguesía, que había iniciado una revolución, virará hacia la reacción al ver en la calle la huelga general proletaria.  Esta burguesía, viviendo en plena euforia económica, se considera lo suficientemente fuerte como para transformarse en la clase directora del país; pero la oligarquía que detenta el poder no admitirá el relvo.  A partir de 1918, la crisis social se hará crónica en el país hasta desembocar, finalmente, en la Guerra Civil de 1936.
La crisis de 1917 fue iniciada por las Juntas de Defensa.  Más adelante, cuando hablemos de la protesta militar y de la intervención del ejército en política, nos referiremos a ellas en más profundidad.  Bástenos ahora decir que la euforia económica debida a la guerra se atenuó en 1917 y que la carestía de la vida, el anuncio de la revolución rusa, los enriquecimientos escandalosos y el debate entre aliadófilos y germanófilos caldearon los espíritus, cristalizando la excitación y la agitación en un movimiento militar en mayo de 1917.
En estos momentos, la raíz del problema militar estaba en una oficialidad excesiva.  Datos contrastados y conocidos nos hablan de un ejército español sin finalidad profesional, con 499 generales, 578 coroneles y más de 23.000 oficiales para un ejército de 30.000 hombres.  Había seis veces más oficiales que en Francia (que tenía un ejército de 180.000 hombres).  Estas cifras, no cabe duda, perjudicaban a la economía nacional y al propio poder ofensivo del ejército; además, a estos oficiales les podemos calificar de clases medias y, por tanto, con unos sueldos normales y estables.  Como ya hemos dicho, la inflación, consecuencia de la guerra mundial, produjo en estos oficiales un profundo malestar, por causa del menor poder adquisitivo de sus salarios reales.  La ocasión fue propicia para que salieran a la luz otros descontentos: desigualdad entre distintos cuerpos, de los cuales el de Infantería se llevaba la peor parte (y se la sigue llevando en nuestros días); arbitrariedad ministerial al impartir ascensos y recompensas; inquietud ante la desintegración del país, culpando a generales y políticos; quejas por ser África una plataforma para la promoción en el escalafón.  El descontento cristaliza en estas Juntas de Defensa, que dialogarán con el gobierno de igual a igual, imponiendo cambios ministeriales.  Los oficiales de Infantería de Barcelona, cuando Romanones intentó hacerles un examen, preconizaron una huelga y fueron arrestados.  Se dirigieron los "junteros" al país exponiendo sus propósitos: "moderación en las recompensas, justicia en los ascensos, respeto de la antigüedad" y reformas; culpaban a los políticos de hacer pasar hambre a un ejército del que luego esperaban grandes éxitos.
Se trataba de una grave subversión contra la soberanía del Estado, impotente para resolver el problema.  El general Mola calificaría este sindicalismo de los oficiales por debajo del grado de coronel de "estúpido y tiránico, refugio de las malas pasiones" y "legalizado por la debilidad del gobierno".
La cuestión es que la opinión pública les aceptó como los regeneracionistas ideales que iban a purificar al gobierno y a sus políticos.  El juntero más destacado era el coronel Márquez, quien era sordo y políticamente incapaz; pero, tratado como un mesías, entró en relación con Lerroux, Cambó y Maura, y sus oficiales eran elogiados sin medida (y más en Cataluña) por republicanos, radicales y conservadores catalanes.
Dato aceptará íntegro el reglamento de las juntas.  También otros funcionarios públicos, suboficiales, brigadas y sargentos constituían sus Juntas de Defensa.  Las juntas de los oficiales acabarán prestando su colaboración al gobierno (se temía) en la represión de los levantamientos revolucionarios que ocurrían en estos momentos, pero con un malestar social más intenso.

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