21 jul 2012

ESPAÑA: DE LOS "FELICES AÑOS VEINTE" A LAS CONSECUENCIAS DEL "CRACK" DEL VEINTINUEVE (II)

La crisis de 1929 repercutió en el sector minero, cerrándose muchas minas hulleras, aumentando el paro y teniendo una gran pérdida de jornadas de trabajo.  También los diversos sectores industriales se movieron en un sentido francamente alcista.  El triunfo del acero fue indiscutible.  Una de las novedades del período fue la puesta en marcha de la fábrica de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, sita en Sagunto, en 1923.  Estos hornos levantinos fueron creados por la Sociedad Anónima de Altos Hornos de Vizcaya y destinados a fundir los minerales de la zona de Teruel y colindantes.  En 1929 llegaron a producir 163.000 toneladas de hierro colado, algo más de un tercio de la producción vasca.
El lingote de hierro y de acero en 1929 triplicó las cifras de 1920 y sextuplicó las de 1900.  La sola provincia de Vizcaya producía más de la mitad del total español.  
En cuanto a la energía eléctrica, entre 1920 y 1930 la potencia instalada se duplicó y la energía producida se triplicó.  Respecto a 1900, los índices fueron 1.200% y 1.373% respectivamente.
Esta euforia se registra también en la producción de abonos (cerca de 1.110.000 toneladas en 1930; sólo 200.000 diez años antes).  También la producción de cemento experimentó un fuerte auge, ligado a la política de obras públicas del conde de Guadalhorce.
La industria textil catalana, por el contrario, presentaba una configuración defectuosa: precios altos y no competitivos, tarifas arancelarias proteccionistas, insignificante exportación y floja demanda interior.  Las exportaciones fueron bajando a partir de 1921 hasta reducirse en 1927 a la cifra de 2.315 toneladas, mínimo nunca alcanzado en los 40 años precedentes.  Como la producción estaba estancada y las máquinas instaladas eran mucho más numerosas, el paro era considerable.  aunque el Comité Industrial Algodonero recibió una subvención del Estado, los males que aquejaban a esta industria eran estructurales: instalación, tecnología, etc.;  y también exógenos: escaso consumo interno, salarios agrícolas pequeños y muy por debajo de los precios, elevación de los cambios, etc.  Además de esto, existía una causa general: hacia 1930 la industria del algodón había perdido en todo el mundo la función motora que desempeñara en los primeros compases de la Revolución Industrial.  Otras fibras más modernas planteaban nueva competencia.
La prosperidad europea iba a recibir una dramática sacudida en 1929.  El capitalismo liberal se rompía y desembocaba en una convulsión pocas veces igualada en la historia. La crisis de Wall Street iba a sacudir los cimientos de la estructura económica mundial, produciendo un viraje decisivo en el rumbo histórico de todos los países.  Y España, sorprendida en momentos de difícil situación, sufrió profundamente los efectos de la crisis mundial.
A partir de 1926 el panorama se ensombrece, y los enteros de primo de Rivera, que e demostró incapaz de resolver los problemas profundos que sufría el país, comenzaron a declinar.  La economía española corría hacia la ruina, pese a los intentos de enderezamiento del joven ministro de Hacienda, Calvo Sotelo (en contra de la opinión de ilustres financieros contemporáneos).  En 1928 el déficit, a consecuencia de unos gastos necesarios para el Plan de Obras Públicas, alcanzaba la cifra de 18.786 millones de pesetas.  Los capitales extranjeros salían a toda prisa, y la peseta acentuaba cada día más su devaluación.

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