26 jul 2012

ÉPOCA DE DISTURBIOS Y CRISIS DE POSGUERRA (VI)

Martínez Anido apoyó a los Sindicatos Libres "amarillos", organizaciones destinadas a quebrantas el monopolio de la C.N.T.  Los reformadores sociales católicos habían alentado la idea de sindicatos libres.  En 1916 fundaron la Federación de Sindicatos Libres Católicos, y algunos de sus miembros se asociaron a los Sindicatos Libres.  En 1920 se fundaron éstos como sindicatos "profesionales", y llegaron a tener alguna influencia en los primeros años de la Dictadura de Primo de Rivera.  Cualesquiera que fuesen las esperanzas que sus jefes pudieran tener de atraer al viejo asociacionismo conservador, alejándole de la C.N.T., fueron defraudadas por los pistoleros, que se infiltraron en los Sindicatos Libres.  Alquilados por los patronos como fuerza para la salvaguarda de los actos y del reclutamiento de los Sindicatos Libres, los pistoleros eran el brazo de un "racket" de protección obrera, que cobró la forma de una guerra intersindical, llevada a cabo con asesinatos.  A los pistoleros de los Sindicatos Libres se opuso una renacida tradición anarquista del terrorismo, lo que sumió al mundo obrero en oscuras venganzas de sangre.  El terrorismo aumentaba, a la vez que el sindicalismo disminuía: en 1923, cuando el número de huelgas organizadas era más bajo que nunca desde 1919, el número de intentos de asesinato se multiplicó por diez.
Martínez Anido y el policía Arlegui oponen "sindicato libre" a "sindicato único".  Movilizan a la policía cívica del Somatén y aplican la "ley de fugas".
Una amplia literatura ha reflejado la historia de estos difíciles días en los que Barcelona se transformó en un claro antecedente del Chicago de los años 30.  La opinión pública se indigna y Martínez Anido es relevado en octubre de 1922.  Pero la burguesía catalana se adherirá al capitán general de la región, Primo de Rivera.  Las clases conservadoras atacaron a los gobiernos de Romanones, Dato y Sánchez de Toca.  Los patronos culpaban a los ministerios de blandos y de no protegerles.  La Patronal de Barcelona llegó a acusar a Sánchez de Toca de pasar armas a los sindicalistas.  Esto evidenciaba una pérdida de fe en el gobierno civil y una explicación del aplauso con que ciertas clases recibieron la dictadura de Primo de Rivera.
Queda claro que si la agitación de la actividad obrera no fue más eficaz, se debió a que la C.N.T. y la U.G.T. no actuaron al unísono (a excepción de los últimos meses de 1920).  Ya en el Congreso de Madrid de diciembre de 1919, la C.N.T., que parecía una fuerza imponente, declaró "amarilla" a la U.G.T., a la vez que la tachaba de débil y traidora. Las discusiones todavía aumentaron más cuando se planteó el problema de adherirse o no al comunismo de la tercera internacional.  Muchos militantes se unieron a los comunistas Nin y Maurín.  Son demasiado ostentosas para no apuntarlas las escaramuzas callejeras, las acusaciones de traición a los acuerdos de huelga conjunta y la de revelar los planes huelguísticos a las autoridades.  Estas disensiones entra anarquistas y socialistas continuarán en los lustros siguientes.  Los conflictos entre la C.N.T., afincada ahora en Gijón y La Felguera, y los mineros socialistas de Asturias fueron típicos.  Lo mismo ocurrió en la "huelga de Riotinto", que tal vez haya sido la más encarnizada de la historia obrera de España.  Las dos terceras partes de los obreros emigraron a otras ciudades, después de haber vendido sus camas y ropas.  La C.N.T. luchaba contra la compañía y la U.G.T., a cuya participación en la dirección de la huelga se negó el otro sindicato, insistiendo en que la Unión General debía "limpiarse de interferencias políticas", es decir, declararse "no socialista".  Los jefes socialistas afirmaron estar convencidos de que la compañía respaldaba a la C.N.T. con el objeto de destruir a la más seria U.G.T.
Las huelgas se corrieron por casi toda España: Madrid, Bilbao, Zaragoza, Asturias, Galicia, Levante, Riotinto, Peñarroya...
Es necesario resaltar como punto importante de lo expuesto que no fueron Martínez Anido ni Primo de Rivera los que acabaron con el movimiento obrero de 1923, ya que en esa fecha, el movimiento casi se había destruido a sí mismo.
De todas estas disensiones, la que salió más fortalecida fue la U.G.T., y en 1931 representaba, junto con el partido socialista, el cuerpo de opinión más sólidamente organizado de España.  La C.N.T. se vio más afectada por las disensiones internas, a la vez que los terratenientes y la burguesía no olvidaban el largo período de temor a que les había sometido dicha organización mientras estuvo practicando el terrorismo.
Otra de las consecuencias lamentables de la lucha obrera fue la cantidad de muertos que se cobró, entre ellos figuras como Seguí, Dato, un arzobispo de Zaragoza y docenas más.

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