26 jul 2012

EL DESASTRE DE ANNUAL (I)

La "cuestión marroquí" comenzó poco después del desastre cubano.  En 1900, España comprendía territorialmente, además del área peninsular y de los dos archipiélagos, la Guinea española, Río Muni, Fernando Poo, Annobón, Corisco, Elobey Grande y Elobey Chico, Santa Cruz de Mar Pequeña, Río de Oro y un sector frente a las costas andaluzas, formado por las islas Chafarinas, Melilla, Peñón de Alhucemas, Peñón de Vélez de la Gomera y Ceuta. Por medio de estos territorios, España va a tener conectada su política colonial con la de algunas potencias europeas durante el primer tercio del siglo XX.
Para comprender los hechos que exponemos a continuación, debemos tener en cuenta que Francia, dueña de Argelia y protectora de Túnez, trata de extender su influencia hacia Marruecos, y que Inglaterra, "dueña de la ciudad andaluza de Gibraltar", se esfuerza en mantener el control sobre la zona del Estrecho.  También los alemanes ("pangermanistas") intervendrán en el pleito de Marruecos.  La política exterior española después del "98" es totalmente aislacionista, y durante el resto del siglo XX tendrá una palabra: neutralidad.
Ahora bien, al comienzo de la centuria, ¿era posible a la única potencia europea que tenía posesiones seculares en aquella costa inhibirse ante la iniciativa francesa, renunciando a la oportunidad de recuperar el prestigio duramente liquidado en la Paz de París?  ¿No era una política vergonzosa el que la conciencia española -"misión histórica"-, pesimista, se resignara a desaparecer de África.
Se habló mucho de la misión histórica de España en África, de la expedición patriótica de 1859, del africanismo de Joaquín Costa, de la misión africana de España dejada por el testamento de Isabel la Católica... Pero no fue esto lo que llevó a una intervención militar, sino la creencia de la mayoría de los políticos españoles de que España sería vulnerable estratégicamente y dejaría de contar como gran potencia si cualquier otra nación se asentaba en el norte de Marruecos.
Después de 1904, con el colapso del poder efectivo del sultán y terminada la rivalidad anglo-francesa que había mantenido el statu quo en beneficio de las Españas, la intervención francesa en Marruecos se hizo inevitable.  Ahora los políticos españoles luchaban por un protectorado en el norte de Marruecos que pusiera la línea costera, situada frente a la Península, fuera de manos francesas.  El dilema estaba claro: si España no aparecía como potencia en el norte de África, dejaría de contar en los consejos europeos.  Fue la presencia francesa y la sombra de Alemania, más que una supuesta misión africana, lo que llevó a España a las campañas de Marruecos.


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