11 jul 2012

EL PARTIDO SOCIALISTA Y LA U.G.T. (III)

La doble fundación de 1888 planteaba, por primera vez en la historia de España, la definición neta y distinta entre partido de la clase obrera (que aspira al ejercicio del poder) y organización de resistencia o sindicato, orientado a defender los intereses de todos los trabajadores en sus relaciones de producción (con los patronos o empresas) y, en general, de sus condiciones de vida.  El primero, pretendiendo agrupar al sector más avanzado de la clase por un objetivo global; el segundo, postulando la adhesión de todo miembro de la clase, es más, de todo asalariado, por objetivos de orden profesional y clasista, pero no globales (lo que no excluirá más adelante la aceptación de ciertos principios globales).  Teóricamente la Central Sindical es independiente del partido; de hecho, la vinculación entre el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores fue estrechísima desde su fundación, no sólo en cuanto a orientación, sino muy pronto en cuanto a personas que ocupaba los puestos de dirección.
El siguiente congreso del Partido Socialista se celebró en Bilbao, con unos antecedentes tan relevantes, que hará que nos detengamos en ellos.
Por un lado, el año anterior Iglesias había acudido a París a la fundación de la Segunda Internacional, entre cuyo grupo diferente volvemos a encontrar a antiguos conocidos: Paul Lafargue, Jules Guerde, Eleonora Marx, Plejanov, etc...
Una de las decisiones tomadas con carácter vinculante fue la de celebrar el primero de mayo (fecha fijada en conmemoración del asesinato de los anarquistas de Chicago en 1886) una gran manifestación, en la que se recabase de los poderes públicos la implantación de la jornada de ocho horas entre otras reivindicaciones.  Si  la celebración en Madrid no tuvo excesivos problemas a pesar de la manifestación de más de 30.000 obreros, que desfilaron por El Prado y la calle de Alcalá, entregando sus reivindicaciones a Sagasta, en Bilbao, en cambio, fue motivo para que cinco mineros fueran despedidos por su participación en estos actos.
El despido fue como una chispa que encendió la mecha.  A los pocos días la situación era de paro total en la zona, declarándose el estado de sitio y asumiendo el gobernador militar todos los poderes.
A pesar de las numerosas detenciones y del intento de hacer entrar a los obreros a toque de corneta, los huelguistas, firmes en su actitud, entregaron a las autoridades una nota, en la que fijaban sus condiciones para reintegrarse al  trabajo.
Por la importancia que tuvo el planteamiento y por el hecho de que algunas de las reivindicaciones las encontramos entre las peticiones de obreros de países tan distintos como México o Rusia, las reflejamos a continuación:

-Que la jornada de trabajo diaria no exceda de 10 horas.
-Que se supriman por completo las tareas.
-Supresión absoluta de los cuarteles o barracones, dejando, por tanto, en completa libertad a los trabajadores para que se suministren los comestibles donde lo crean conveniente.
-Readmisión de los individuos que han sido despedidos de sus trabajos.

La importancia de los esfuerzos coordinados del ejército y de la Patronal llevarán a que, después de varias reuniones de éstos con los representantes obreros, la autoridad militar dictara el siguiente bando:

"Obreros: cumpliendo la promesa que os hice en mi primera alocución y repetí en mi visita a las minas, he logrado que los representantes de esa importante industria os concedan libertad de habitar donde más os convenga, así como también la de proveeros de alimentos, haciendo desaparecer las cantinas que explotaban vuestros capataces, y han regulado finalmente de un modo prudencial las horas de trabajo".

En definitiva, la huelga fue un éxito legal; pero la Patronal, una vez que volvió a tener a los obreros en el redil, poseía los suficientes recursos como para volver a la situación primitiva. 

No hay comentarios: