10 jul 2012

EL CONGRESO DE BARCELONA (II)

El apoliticismo (abandonado en base a las mutuas concesiones entre bakuninistas y sindicalistas) fue defendido en bloque por los representantes de sociedades de oficios prácticamente preindustriales, mientras que los núcleos textiles catalanes se mostrarían divididos.
El desarrollo de la Internacional a partir del congreso fue lento, debido en primer término a la situación de paro y a las epidemias que diezmaron a la clase obrera.  Por otro lado, Sagasta había pasado a ocupar la cartera de la Gobernación, bajo la presidencia de Serrano, en un momento en que en Francia surgía "la Comuna" como respuesta al gobierno de Thiers.  Los sucesos del otro lado de los Pirineos crearon un clima de inseguridad en la incipiente burguesía española, y, lógicamente, siendo dueños del poder, este estado de ánimo había de traducirse en una serie de medidas tendentes a frenar al naciente proletariado.  En ese clima, el gobernador de Barcelona prohibió huelgas y reuniones.  El 29 de abril fue detenido Clemente Bosco y la policía asaltó el local de "Las Tres Clases de Vapor".  Se tomaron medidas para impedir reuniones obreras que coincidían con una importante huelga de la casa Batló.
Tras la derrota de los comuneros, y coincidiendo con la sangrienta represión de Thiers, el asunto de la Internacional fue llevado a las Cortes, donde éstas la declararon ilegal, en base, según el propio Sagasta, a que su finalidad sería destruir la familia y la sociedad, aniquilar la patria y hacer desparecer por la fuerza los elementos de civilización conocidos.
Sin embargo, Sagasta no esperó la resolución de la Cámara, sino que las asociaciones obreras fueron reprimidas, siendo disueltas las organizaciones y detenidos sus dirigentes.  Tal clima de violencia antiobrera llevó al consejo, que desde el congreso de 1870 tenía su sede en Madrid, a trasladarse secretamente a Lisboa, hacia donde partieron Morago, Francisco Mora y Anselmo Lorenzo y donde estarían hasta que la sustitución de Sagasta por Ruiz Zorrilla les permitiera el regreso.
En un clima de clandestinidad, la Federación se reunió en Valencia.  De sus dictámenes podemos destacar la persistencia en el apoliticismo, que le hizo rechazar la colaboración con los republicanos.  Otro de los acuerdos tomados gue que Anselmo Lorenzo acudiese a Londres, en representación de la Federación Española, y al consejo de la A.I.T., en el que se iba a plantear de una manera definitiva la escisión entre las dos tendencias que corroían el seno de la organización: marxistas y bakuninistas (aunque cabe aclarar que por entonces la denominación era "autoritarios" y "antiautoritarios"), o lo que es lo mismo, entre las secciones que creían en la necesidad de que el proletariado constituyese un partido político independiente de los partidos burgueses, y los que, siguiendo a Bakunin, es decir, a la Alianza, veían la creación de este partido como una contradicción, puesto que para ellos cualquier Estado era siempre una fuente de opresión.  Lorenzo no vio, o no quiso ver, la profundidad de la escisión, y dejó a la Federación que siguiese adelante con sus ambigüedades, de las que no lograría salir hasta que el grupo madrileño plantease claramente la escisión.
Los problemas creados por la Federación Española fueron motivo de que el consejo de la A.I.T. designara a Engels como responsable de la misma y a que, a imitación del grupo aliancista, viniera al país Paul Lafarge, acompañado de su mujer, Laura Marx.  Mientras tanto, inició sus sesiones en Zaragoza el segundo congreso el 4 de abril de 1872 (aunque ya se habían celebrado diez reuniones clandestinas).  Asistieron 38 delegados de las federaciones y 7 miembros del consejo federal, de las que continuaban siendo las más importantes las catalanas, las de Valencia, Málaga y Cádiz.  El consejo, sin embargo, no se pronunció respecto a la escisión que se había producido en el grupo madrileño, protagonizada por un grupo de redactores de "La Emancipación", quienes constituían la Nueva Federación Madrileña, la cual pronto recibiría adhesiones de diversos puntos.
Este grupo, representado por Lafarge, consiguió estar presente en el Congreso de La Haya (quinto de la A.I.T.), junto con los delegados de la Federación.  El congreso supuso un rotundo éxito para las tesis centralistas autoritarias, preconizadoras de la "constitución del proletariado en partido político".  Las decisiones adoptadas llevaron a las delegaciones española, belga, del Jura y parte de las de Holanda y Suiza a reunirse en Saint-Imier en un congreso que, a la ve que rechazaba la autoridad del celebrado en La Haya, afirmaba entre otras cosas que la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado.  El siguiente congreso español, celebrado en Córdoba del 25 de diciembre de 1872 al 3 de enero del año siguiente, rechazó asimismo las tesis de La Haya e hizo suyas las de Saint-Imier, suprimiendo al mismo tiempo el Consejo Federal.

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