9 jul 2012

EL CONGRESO DE BARCELONA (I)

El núcleo internacionalista de Madrid, convertido ya en sección el 21 de diciembre de 1869, a través de su semanario "Solidaridad", lanzó la idea de celebrar el primer congreso obrero de ámbito nacional el primer domingo de mayo de 1870.  Decidida su celebración, se designó a Barcelona como sede, dado que en la misma se encontraban la mayoría de las asociaciones obreras.  Por fin, y tras aplazar su inauguración al estar declarado en Cataluña el estado de sitio, ésta se efectuó por Farga Pellicer el 18 de junio en el Teatro Circo.  Como es de suponer, la participación fue mayoritariamente catalana.  De los 90 delegados que asistieron, 74 eran catalanes.  La representación madrileña, si no importante cuantitativamente (sólo eran cinco delegados), sí lo era cualitativamente: Francisco Ángel Mora, E. Borrel, A.Lorenzo y T. González Morago.
Señalamos la existencia de tres corrientes distintas de opinión, como grupos más importantes ideológicamente: el sector bakuninista, antipolítico, antiestatista y predispuesto en alguna manera al sindicalismo; el grupo sindicalista, en sus dos vertientes: apolíticos y politicistas, pero no antipolíticos como los anteriores, y y por último el sector cooperativista, político y poco amigo de desarrollar la lucha sindical.
Cuatro temas fueron estudiados en el congreso:
-La acción sindical, que manifestaba la necesidad de contar con fuertes cajas de resistencia para pagar los jornales a los huelguistas, fue defendida tanto por los sectores bakuninistas como por los sindicalistas, en tanto que los cooperativistas, a la vez que rechazaban la medida, abogaban por la creación de jurados mixtos y, en definitiva, por la intervención estatal, con lo cual se apartaban de las directrices internacionalistas que habían señalado como principio básico de la organización que la emancipación de la clase obrera era tarea de los propios obreros.   A favor del dictamen, que saldría aprobado, se distinguieron Mora, Loorenzo, Rubandonadeu y Brodel.  Mientras que la oposición estuvo capitaneada por Roca Gales, lo que constituyó el paso del viejo sectarismo a la "resistencia solidaria" entre las distintas asociaciones obreras.
-Cooperación.  La ponencia, redactada por una comisión, entre la que figuraban Lorenzo, González Morago y F. Tomás, estimó como fórmulas de cooperación más apropiadas la colaboración en la propaganda y en las cooperativas de consumo, pero no así en las de producción.  En síntesis, se rechazaba el cooperativismo como instrumento de emancipación social de la clase obrera en su conjunto.  Nuevamente la oposición estaría formada fundamentalmente por los sindicatos catalanes.  Con la aprobación de la ponencia, el cooperativismo, como fórmula de emancipación social, sufrió un golpe definitivo.
-Organización social.  La propuesta y aprobada se basaba en la sección de oficio, que debía agrupar a todos los obreros pertenecientes a la misma profesión de una localidad, reunidos, a su vez, en el plano nacional, en una federación de oficio, encargada de sostener las huelgas. Al mismo tiempo, las distintas secciones de los diferentes oficios de una agrupación constituirían la Federación Regional, encuadrada, por último, en la Federación Mundial.  Éste sería el esquema de la futura organización (en los niveles considerados como idóneos: municipal, nacional e internacional), basada única y exclusivamente en el trabajo.
-Apoliticismo.  El dictamen sobre este punto fue uno de los más ambiguos (gracias a ello, quizás fue aprobado), ya que, mientras señalaba el carácter apolítico de la Asociación, dejaba en libertad a sus miembros para que individualmente tomaran la postura que creyeran más conveniente.
A pesar de su aprobación, se dejaron sentir las voces discrepantes de las tres corrientes.  Los antipolíticos atacaba a la ponencia por considerarla poco radical.  Según su criterio, era nefasto para los intereses de la clase obrera su intervención en política, ya que cualquier partido, por muy avanzado que pudiera ser, representaría intereses no coincidentes con los de la clase obrera.  La corriente apolítica, sentida esencialmente por los sindicalistas, quiso evitar que las diferentes opciones políticas pudieran enfrentar a los sindicalistas entre sí.  Por tanto, su apoliticismo sería más táctico que doctrinal.  Por último, los políticos, representados por los sectores más reformistas, defendían la República federal.  La creación de un partido estuvo, al parecer, en la mente de los congresistas.
El recuento de los votos volvería a señalar la forma que separaba a los delegados catalanes de los del resto del país.

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