15 jul 2012

¿CÓMO ENTRÓ ECONÓMICAMENTE ESPAÑA EN EL SIGLO XX? (II)

La industria experimentará un tirón considerable, pero en todo momento necesitó ser protegida por la ayuda estatal, sin la cual no hubiera sobrevivido.  Como la enferma agricultura, la desequilibrada industria dará lugar a un clima de constante violencia social.  Además el extraño maridaje entre agricultura e industria no será resuelto hasta el último cuarto del siglo XX.  El sector agrícola retrocede a favor del industrial, pero sigue conservando un peso específico muy esencial: estructura agraria envejecida, numerosísima población activa en el campo, escasa productividad, bajo nivel de vida rural, etc..., pesarán negativamente en el sector industrial.  El problema agrario-industrial será una constante fundamental en esta etapa de nuestra historia.
Otra herencia del siglo XIX era el débil comercio exterior, basado en la exportación de materias primas y productos agrícolas, lo que ocasionaba una balanza comercial casi continuamente deficitaria.  A esto hemos de sumar las enormes inversiones extranjeras en España, que si, por una parte, sirvieron para hacer despegar la economía nacional, por otra fueron inversiones claramente leoninas que no sirvieron para reconvertir al país de la agricultura a la industria (eso llegaría durante la última etapa de la dictadura franquista).
España se presentaba en el albor del siglo XX con un desfase evidente respecto al ritmo europeo.  Como ejemplo basta citar el retraso técnico, administrativo y cultural (la carencia de técnicos y el elevadísimo índice de analfabetos eran dos hechos vivos).  Sumemos a esto la estructura social que presenta España a la altura del año 1900: población agrícola, 66,34%; población industrial, 15,99%; servicios, 17,77%.
Esta estructura debía presentar, a la fuerza, exponentes sociales curiosos y de gran repercusión, dada la poca riqueza nacional y lo mal repartida que estaba: el sector social menos numeroso tiene en sus manos todo el poder económico frente al grupo más amplio de la sociedad.
Los dos bastiones de la sociedad son la oligarquía y el proletariado.  Los oligarcas (siderúrgicos, cerealistas, textiles) constituyen un sólido triángulo, y ellos serán los dueños del país.  El proletariado será una clase concienciada, fuerte y homogénea a lo largo de todo el siglo XX.  Los deseos de mejorar su nivel de vida a toda costa y de no verse excluidos ni marginados de la vida política les llevará a un enfrentamiento con las clases superiores, fenómeno fundamental de la dinámica socio-económica de la España contemporánea.
Al lado de oligarcas y proletarios, los elementos burgueses llegan al siglo XX endebles y titubeantes, como consecuencia de haber quedado España al margen de una auténtica revolución burguesa.  La economía y sociedad españolas presentan una estructura anquilosada, contra la que se estrellan la revolución y la reacción. A un proceso revolucionario por parte de burgueses y proletarios sucede otro proceso reaccionario a cargo de oligarcas, clero y altos burgueses, temerosos de verse desbordados por el proletariado.  Este constante balance crea en la España del siglo XX una inestabilidad continua que más tarde, en tiempos de la Democracia, se traducirá en la propia división de las clases medias frente a la aristocracia política.

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