12 jun 2012

TRANSFORMACIONES SOCIALES EN LA ESPAÑA DEL XIX (I)

Se suelen señalar como factores de transformación social de la España de mediados del siglo XIX la constante presión demográfica, la movilización de la propiedad campesina, consecuencia de la desamortización; unos comienzos progresivos de la industrialización, con su consiguiente demanda de mano de obra y los estímulos industriales y financieros.
Al fin y al cabo este proceso representa una serie de modificaciones acompañadas de un severo retraso social.  En este período se modelan los perfiles de una España que nos resulta familiar: la España burguesa de las grandes diferencias; de las luchas campesinas por la conquista de la tierra; de los violentos conflictos sociales; de la burguesía más dispuesta al enriquecimiento rápido de la especulación que al trabajo de empresa económicamente fundamental; de los grandes intereses latifundistas inmovilizadores; de la Iglesia añoradora de la grandeza de una cristiandad todopoderosa; de una minoría intelectual utópicamente izquierdista; de la pequeña burguesía resentida y sin horizonte.
Los presupuestos técnicos y mentales no habían variado desde hacía siglos. Los síntomas de cambio experimentados en la época de la Ilustración sólo afectan a una minoría.  No pudo darse una revolución burguesa porque no existía una burguesía, ya que casi todo el país seguía anclado en unas estructuras sociales absolutamente bajomedievales.
A lo largo del siglo XIX se percibirá un relativo progreso de la mentalidad burguesa, determinado por el vapor, la fábrica textil, la siderurgia, la hulla, el mineral de hierro y la construcción de ferrocarriles.  El impacto del maquinismo abrió grietas en la pasividad medieval española, pero su descarga no fue lo suficientemente transformadora de la diversidad de niveles económicos, sociales y políticos a que dio lugar, pues no dejaba la burguesía de ser periférica al fin y al cabo.  La burguesía castellana, beneficiada por la desamortización; la agraria persistía en su estatus de rancia aristocracia; abogados, técnicos estatales y militares seguían a lo mismo.  La Iglesia estaba más preocupada  de rescatar a las clases dirigentes que de seguir adelante en cultivar y servir al mundo explotado del campo y las ciudades. Por fin, los obreros industriales (que pagarán los cascos rotos delas relaciones entre capital y trabajo) y campesinos (defraudados que luchan o sestean ante la situación de la propiedad agraria) lanzados a la miseria y, en lógica y natural reacción, a la violencia.
Las crisis económicas y estas articulaciones sociales entrarán en choques conflictivos durante los siglos XIX y XX.  La cruda realidad es que a mediados del siglo XIX, como a principios del XVI, del 1 al 3% de la población española, llamárase duque, general o burgués, propietario 9o funcionario, dominaba al 99-97% restante, a través del voto popular o del ejercicio del poder.

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