Así tenemos que Sagasta se apoya en los unionistas; Ruiz Zorrilla en los republicanos; Serrano quizá estuviese dispuesto a apoyarse en los moderados, y los moderados, si llega el caso, se aliarían con los absolutistas, los cuales, entre tanto, se dan la mano con los republicanos, quienes, a su vez se unen con parte de los radicales para derribar al Ministerio de Sagasta, demasiado conservador a juicio de los progresistas demócratas y demasiado liberal en opinión de los unionistas, que tienen miedo a los federales, que, por otra parte, desconfían de los radicales, siempre vacilantes entre los demócratas y los sagastinos...
Sagasta estuvo en el poder desde el 21 de diciembre de 1871 al 24 de mayo del año siguiente. Sagasta, disueltas las Cortes, se había propuesto ganas las elecciones por métodos artificiales para poder utilizar la "mayoría" corrompida. Ruiz Zorrilla, aliado con todas las fuerzas de la oposición, arremetió contra Sagasta y amenazó con el retraimiento, lo que equivalía a recurrir a otros métodos más decisivos. Amadeo requería la existencia de dos partidos y se lo recordó en dos ocasiones a Sagasta. el detalle que hizo dimitir a Sagasta fue un intento de ocultar la transferencia de dos millones de pesetas del presupuesto urbano. La opinión pidió cuentas al gobierno de esta malversación. Sagasta contestó que habían sido empleados en servicios de la policía. La opinión amenazó embargar al Banco de España y quemar fábricas. La realidad era que los "dos apóstoles" (dos millones de pesetas) habían sido usados para ocultar un escándalo (también los Saboyas) en la vida privada y en las aventuras galantes de don Amadeo I. Sagasta dimitió.
El nuevo gobierno de Serrano, claramente conservador, se hizo cargo de la situación. Ruiz Zorrilla disolvió las Cortes mientras los unionistas se retiraban de la política, como habían hecho antes los radicales. En las nuevas elecciones se habían quedado sin acta de diputados los más significados constitucionales, como Serrano, Sagasta, Topete, Ríos Rosas, Alonso Martínez, Santa Cruz, Cánovas, etc. En esta situación no podían salir airosos los intereses establecidos. El presupuesto eclesiástico fue reducido al mínimo, con lo que el clero quedaba dependiendo de unos municipios, muchos de ellos regidos por republicanos anticlericales. La abolición de la esclavitud en Puerto Rico no sentó bien a muchos intereses económicos.
Sin embargo, se hizo inevitable el llamamiento de 40.000 hombres, lo que era un golpe del gobierno caracterizado por su empeño en abolir las quintas. Levantamientos republicanos y carlistas menudeaban. El rey intentaba, sin conseguirlo, atraerse a los descontentos constitucionales.
El fin del reinado parecía presentirse. El 18 de julio de 1872 los reyes sufrieron un atentado en la calle Arenal de Madrid. Salieron idemnes, y Amadeo, queriendo dar muestras de valor y serenidad, salía de paseo a pie y sin séquito; pero ni aun así conseguía hacerse realmente popular, y tanto Amadeo como su real familia vivían en el palacio en glacial aislamiento.
Pero ni su impopularidad ni sus enemigos carlistas, alfonsinos y republicanos empujaron a Amadeo a la abdicación, sino las disputas internas de la coalición de septiembre de 1868. Unionistas, progresistas y demócratas condicionaron en todo momento su lealtad a la dinastía saboyana al apoyo político del rey. Los conservadores se habían retirado; los radicales no eran monárquicos naturales y los demócratas se prestarían mejor a una república.
El último acontecimiento que precipitó el asunto dinástico fue la cuestión artillera. Había sido nombrado capitán general del País Vasco un tal Hidalgo, a quien, injustamente, atribuían los artilleros parte en el fusilamiento de oficiales de artillería en el abortado levantamiento del cuartel de San Gil, en 1868. Para no servir bajo su mando, los oficiales de artillería se declararon enfermos. El gobierno estaba decidido a imponer el control civil sobre el espíritu aristocrático del cuerpo de artillería. Sobra decir que los políticos radicales eran partidarios de la reducción del ejército.
Todos los jefes y oficiales de artillería aceptaron el sacrificio de ver aceptada su dimisión por tiempo indefinido. El problema pasó a las Cortes y, ante las preguntas de si el ejército era una hueste pretoriana o una institución al servicio de la constitución de las leyes, los parlamentarios rectificaron la postura del gobierno. El rey, aunque no aprobaba la conducta del gobierno, tampoco podía recurrir a los conservadores, lo que hubiera obligado a los radicales y republicanos a abatir a la dinastía. Presionado por estas circunstancias, decidió cumplir su última obligación como rey constitucional, cediendo a la voluntad del gobierno por última y definitiva vez. Amadeo abdicaba en febrero de 1873.
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1 comentario:
No sé por qué dice que el capitán Baltasar Hidalgo de Quintana Trigueros fue acusado "injustamente" de la muerte de los oficiales del Cuartel de San Gil. Además, esos oficiales no fueron fusilados, sino que murieron al oponer resistencia a los suboficiales sublevados. Parece ser que el que llevaba ahí el mando era el citado capitán.
Cuando fue vencida esa sublevación, a los suboficiales se les hizo un consejo de guerra, que pronunció 66 condenas a la pena de muerte, la cual se ejecutó por medio de fusilamientos en un lugar muy cercano a la Puerta de Alcalá, detrás de donde antes se hallaba una plaza de toros, al comienzo de la actual calle Serrano, en Madrid.
Saludos.
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