22 jun 2012

ESPAÑA BUSCA UN REY (II)

De julio a agosto de 1871, Ruiz Zorrilla formó un gobierno radical con un programa conciliador, pero de difícil realización y con poco tiempo por delante.  Este mismo programa siguió hasta el final del año con el incoloro Malcampo y con su gobierno a espaldas de las Cortes.  El sistema no funcionaba y Amadeo vivía en constante desconcierto y sorpresa y, para colmo, sin popularidad.
Le llegaba el turno a Sagasta, quien, para gobernar con estabilidad, exigió un decreto de disolución de las Cortes, que le fue concedido.  Progresistas, demócratas y republicanos acusaron a Sagasta de poner en peligro la monarquía democrática, de traicionar la revolución y de retar a la representación nacional.
El partido progresista estaba escindido irremediablemente; la dispersión de las fuerzas políticas era total; la fragmentación a que había llegado la opinión pública era expresiva:

Había cinco partidos principales: el absolutista, el moderado, el conservador, el radical y el republicano.  El primero se dividía en dos: carlistas puros y carlistas disidentes.  El moderado, también en dos: uno que prefiere a Isabel II, y otro, al príncipe Alfonso.  El partido conservador, en cuatro: los incondicionales de Cánovas, los antiguos montpensieristas, capitaneados por Ríos Rosas; los fronterizos, cuyo jefe era el general Serrano; los progresistas históricos, que seguían a Sagasta.  El partido radical, en cuatro tambíén: los progresistas demócratas, que tenían por jefe a Ruiz Zorrilla; los cimbrios, a Martos; los demócratas, a Rivero; los economistas, a don Antonio Grabriel Rodríguez. El partido republicano, en tres: los unitarios, dirigidos por García Ruiz; los federales, por Figueras; y los socialistas, por Fernando Garrido.  Pero los socialistas, a su vez, se fraccionan en dos tendencias, según se pronuncien a favor o en contra de la Internacional.  Total, dieciséis partidos, que se subdividen en los siguientes términos: Martos tiende a constituir un partido incondicional; Candau, otro; Moret, un tercer partido; Ríos Rosas, Pi y Margall y Castelar piensan también en crearse un partido a su personal medida.  Entre los ya organizados y los que se encuentran en período de formación contamos veintidós partidos, a los que hay que añadir:los amigos de la República, con don Amadeo por presidente; los adictos a doña María Victoria, que quieren echar la zancadilla a don Amadeo; los adeptos de la monarquía de Espartero; los que prefieren todavía la de Montpensier; los republicanos, a condición de que la isla de Cuba no sea abandonada; los que, por el contrario, se inclinan a que España la ceda o enajene; los que piensan aún en el príncipe Hohenzollern; los que acarician la unión con Portugal... En suma, treinta y dos partidos, que serían todavía más de apurar el análisis de los grupos...

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