A principios del XI la emigración española al extranjero era muy débil, debido a que las naciones americanas habían logrado la independencia hacía poco y a que el estado español prohibía la emigración por considerar que una población abundante era un tesoro.
A partir de la segunda mitad de la centuria, las repúblicas americanas están deseosa de nutrirse de savia europea, y en España el desarrollo demográfico avanzaba más deprisa que el económico. Fruto de este desequilibrio es la "gran plaga nacional" de la emigración. Veamos esta ponencia, redactada en 1901:
"La emigración es un triste remedio para los males económicos, políticos, financieros y sociales que padecemos; el ciudadano que apela al durísimo y violento recurso de emigrar es porque no encuentra otro a su alcance. Los aventureros, los ambiciosos, son los menos; los necesitados, los miserables, son la masa, el mayor número de nuestros emigrantes. En estas circunstancias, si el Estado prohíbe la emigración será injusto, porque atropella una de las más naturales libertades del individuo y, además, será inhumano, porque arrebatará a muchos infelices su última esperanza... La dolorosa hemorragia que la emigración produce no se contiene con vendajes ni represiones o cauterios administrativos, y no se evitará en tanto no se vigorice el organismo nacional, para que absorba y pueda contener los jugos vitales que por su debilidad desasimila."
Bajo este prisma deben ser analizadas una serie de disposiciones emigratorias, por las que la legislación española eliminaba todos los obstáculos que se oponían a la salida de sus naturales, hasta el punto de permitir la expedición de pasajes con la sola exhibición de la cédula personal (para los estudiosos que deseen examinar y profundizar en esta tendencia aperturista, deben consultar las Reales Órdenes de 16-9-1853; 12-1-1865; 30-1-1873; 6-5-1882; 11-7-1891; 22-12-1896 y 8-4-1903).
En cifras globales, la cantidad de españoles que salen al extranjero en busca de trabajo y de un sustento, que no tienen en su país, oscila en nada menos que un millón de personas (la tercera parte del incremento nacional) entre los años 1882 y 1914 (según estadísticas oficiales dadas por la Oficina y Sección de Emigraciones, creadas en el mismo año 1882).
Ahora cabe preguntarnos, ¿adónde van estos emigrantes, de qué regiones españolas salen y por qué emigran?
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