28 jun 2012

LAS CLASES SOCIALES EN LA RESTAURACIÓN (y III)

Estos técnicos, a finales de siglo, cobrarán gran ascendiente en la Administración: eran fruto de los nuevos tiempos; sabían cómo iban las cosas y experimentaban un cierto desprecio por aquellos que sólo hacían demagogia.  El técnico, frente al ideólogo universitario o al demagogo obrerista, era un reformista práctico al servicio de los valores concretos y se preocupaba menos por la libertad humana que por la eficacia social y colectiva.  Así se llegará a los momentos actuales en que sus sucesores, los tecnócratas, tienen abiertas de par en par las puertas del poder del Estado.
El funcionario arrojará la típica figura del "cesante" que se debatía en las famosas "covachuelas" ministeriales.  
La Restauración quiso hacer del ejército un instrumento dócil al poder civil, bien instruido, con convicciones nacionalistas y efectivo tanto en la guerra como en la paz.  La postura de la sociedad respecto a los militares es doble: por una parte se les apoya para verse apoyados por ellos, y por otra se les esquina, se les infravalora como a una casta aparte.  Se duda de sus valores (guerra africana de 1893 y desastre colonial de 1898) y se critica su hipertrofia: 499 generales, 578 coroneles y 23.000 oficiales, que absorbían el 23% de los gastos del presupuesto.
El clero, incluido en las clases medias, se recupera de los descalabros sufridos gracias a la ley de asociaciones (1887).  A principios del siglo XX existían en España 597 comunidades religiosas masculinas (de las que 294 se dedicaban a la enseñanza), con 10.630 miembros, y 2.656 comunidades femeninas (910 para la enseñanza y 1.029 para la asistencia social), con un total de 40.030 religiosas.  Cifras reducidas, si las comparamos con las del siglo anterior, pero mucho más efectivas, puesto que a través de la enseñanza -jesuitas, escolapios, maristas, lasallianos, etc...- las órdenes y congregaciones citadas procedían a la reconquista espiritual de la burguesía y de las clases dirigentes del país.  El atisbo de un pensamiento social católico estaba vinculado a la obra del jesuita valenciano P. Antonio Vicent.
Nos queda por mencionar las denominadas "clases bajas": el viejo proletariado campesino, el nuevo proletariado industrial y el proletariado de oficios urbanos.  Este inmenso proletariado luchará durante la Restauración por un salario adecuado a sus necesidades, una jornada mínima de trabajo y una seguridad laboral.  Sobre esta clase proletaria recaerá el constante problema de la estabilidad de los salarios y el rápido aumento de precios.  Los diversos cálculos que se han hecho sobre la dieta alimenticia, basados en una alimentación regular para una familia de cuatro personas, superan los jornales medios de una empresa.  Un peón ganaba diez reales, y la alimentación para esa familia de cuatro miembros, a base de bacalao, pan, patatas, alubias, huevos, aceite y vino, ascendía a 14,50 reales al día.  Si a esto le sumamos los gastos de la vivienda, vestido y poco mas, no necesitamos más conclusiones.
Solución: el jornalero debía ayudarse del trabajo de su mujer (lavandera) y de sus hijos (mandaderos), malvivir en un rincón de un piso realquilado y estar siempre subalimentado.  la otra solución era emigrar.
Las alternativas de estos "miserables" obreros eran escasas.  Además, en 1900 España era todavía el único país europeo sin un diputado obrero en el Parlamento.

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