19 jun 2012

LA UNIÓN LIBERAL EN EL PODER (1856-18639 (II)

La prensa recomendaba apoyar a O'Donnell contra la presión reaccionaria, por miedo a que ocurriera algo peor.  El poeta Campoamor encomiaba a los moderados.  Cánovas del Castillo se esforzaba en demostrar que eran muchos más los puntos de contacto que las discrepancias entre los liberales españoles y animaba a la comprensión mutua y a la flexibilidad ante lo accesorio.  Las Cortes prefabricadas por Posada Herrera, abiertas a menudo, estaban equilibradas con respetables minorías progresistas y moderadas.  La concordia se hallaba de moda y el eclecticismo presidía la dirección política del país.  Así pues, la Unión Liberal era la definidora del nuevo partido político al que acudían hombres procedentes de los dovs viejos partidos, de los que se decía que se "resellaban".  Y resellados eran Martínez de la Rosa, Mon, Istúriz, Lafuente, Cortina, Zabala, Prim y un largo etcétera.  Está muy claro que para muchos españoles la política significa comida.
Para que no faltara nada se estimuló el patriotismo del pueblo español y se renovó la confianza en el ejército por medio de expediciones exteriores y una campaña desastrosa contra Marruecos, pero que le valió a O'Donnell el nombramiento de duque de Tetuán.  Ya hablaremos de este tema más adelante.
En este sistema, los únicos desheredados eran los carlistas y los demócratas y republicanos, perseguidos y reducidos; ahora bien, como era de esperar, los más audaces de entre los progresistas se estaban volviendo demócratas; la democracia estaba ganando terreno y haciendo prosélitos.  Debemos señalar que esta estabilidad política estaba unida a la expansión económica, y la prosperidad fue elevada a la categoría de principio, pero su pseudoliberalismo se palpaba en los presupuestos, ne los que la magra era para el ejército y el sebo para las escuelas, pantanos y otras pocas inversiones productivas.
Venían los problemas, como en 1856.  En Cataluña la depresión comercial estaba empeorando; en Madrid se pagaba un subsidio de 30.000 reales a los panaderos para que no subiesen el precio del pan; se importaban alimentos, cosa contraria a las leyes trigueras españolas; en los campos se quemaban las cosechas, obligando a estar alerta a la Guardia Civil.  La corte clerical había transigido con la desamortización, pero no podía avenirse a que el gobierno reconociera por rey de Italia a Víctor Manuel, ya que reconocer a la Italia "atea" era pronunciarse contra el Papa.
La Unión Liberal jamás llegaría a tener alma.  Manejos, sobornos y chanchullos eran su aire vital.  La vida parlamentaria era la tapadera del caciquismo. La revolución burguesa se valía de O'Donnell para detener el reloj de las realizaciones; él y Cánovas han sido llamados lo arquitectos de la nueva política de una nueva oligarquía.
El progreso económico es desigual e iba acompañado de una especulación desenfrenada; la balanza comercial era crecientemente desfavorable; los campesinos del sur volvían a agitarse.  La mayoría parlamentaria se desintegró.  Los disidentes comenzaron a salir por la izquierda y por la derecha; los resellados se dieron cuenta de que aquel grupo heterogéneo, sin programa sugestivo, sin ideas claras ni grandes proyectos, no podía durar mucho.  Era imposible una reconstrucción; Isabel II se negó a disolver las Cortes, mientras se le aconsejaba que formara un nuevo gobierno.  cuando O'Donnell se negó a ser alcahuete de los tiquismiquis clericales de la reina, cayó del poder.  Como en la torre de Babel, se había producido una confusión de lenguas.

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