17 jun 2012

LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840-1843) (III)

Los progresistas parlamentarios le dieron la espalda a Espartero en su postura nada constitucional y, por tanto, nada consecuente con el ideario progresista que se suponía tenía que defender.
Entre las raíces del fracaso político de Espartero debe situarse la hostilidad de Cataluña.  En Cataluña iba tomando cuerpo la animadversión a los representantes del poder central, quienes trataban de exaccionar, y no de preocuparse, por las peculiaridades del "hecho diferencial" catalán.  Espartero y la revolución de 1840 habían dado al traste con la centralizadora ley de Ayuntamientos.  Barcelona era, pues, un puntal del esparterismo.
Pero durante los años de la regencia de Espartero el descontento catalán volverá a emerger.  El coronel Prim que, con Serrano, había encabezado la oposición militar de izquierdas en las Cortes, observó que el gobierno central no se interesaba por poner fin al contrabando, que era la muerte de los industriales.  "Solamente hallo vejaciones, dificultades y una oposición de todo tipo.  Todo está podrido, los hombres y las instituciones.  Mis paisanos (los catalanes) me conocen lo bastante para no dudar de mis palabras.  Mis esfuerzos han sido estériles porque así lo ha querido el gobierno, porque no le preocupa que nuestra industria se hunda, que nuestras fábricas queden abandonadas y Cataluña arruinada.  Por esta razón las conmociones se hacen inevitables."
La reacción de los políticos madrileños, como en otros momentos, será extrañarse, al no poder comprender las cualidades naturales de los catalanes, y concluir como el general ayacucho Seoane: "¡Cataluña debe ser gobernada con la vara!".  Espartero tenía el apoyo de los progresistas respetables catalanes, lo que equivalía a adoptar una postura dura con las exigencias radicales de los obreros y de los critporrepublicanos.  Pero las medidas librecambistas de Espartero le enemistarán con los progresistas catalanes.  Éstos no podían permitir el acceso de baratas manufacturas extranjeras, a las que no podían hacer la competencia; fruto de lo cual sería el que los obreros se vieran también perjudicados.  Espartero estableció unos aranceles suaves, gravando sólo el 15% a los productos de importación por derechos de aduana.  Ante la nueva propuesta de un tratado comercial con Inglaterra y los rumores de que el gobierno estaba vendido a los ingleses, con los que negociaba por entonces  la venta de Fernando Poo y de Annobón, suscitaron la rebelión de Barcelona y del partido proteccionista encabezado por Joan Güell.
Patronos y obreros se unen en una defensa desesperada.  La Junta Popular y la Asociación de Trabajadores prometen no usar prendas extranjeras, pero, a cambio, el Ayuntamiento reconoce la Asociación de Trabajadores e incluso les autoriza a crear una cooperativa de productos.  Barcelona se llena de barricadas y ondean por la ciudad banderas negras.  Espartero pudo aliarse con lo burgueses respetables, pero se decidió por el bombardeo y la dura represión (finales de 1842).
Pero en mayo de 1843 el descontento contra Espartero revienta en un levantamiento decisivo iniciado en Andalucía y con centro de gravedad en Cataluña y Valencia.  Prim y Serrano triunfan en Cataluña, y Narváez y Concha, en Valencia.  Espartero quiere contener a Andalucía, mientras los generales Seoane y Zurbano, con un ejército en el que se producían quinientas deserciones diarias, intentan defender Madrid.  Se encuentran con Narváez en Torrejón de Ardoz el 22 de julio de 1843.  Iniciado el tiroteo, los generales de ambos bandos se abrazan.  La victoria le había costado a Narváez tres heridos leves.  Espartero fracasa ante Sevilla y Cádiz y embarca rumbo a Londres el 30 de julio.
Los progresistas -Prim, Serrano, etc..- habían caído en la trampa.  Combatían a Espartero para hacer el juego a los moderados.  Los progresistas se dieron cuenta de la situación y quisieron despronunciarse, pero ya era demasiado tarde.   A Prim, para compensarle su participación, le hacen conde de Reus, pero a cambio de que él y el partido progresista sean excluidos del poder durante una década.  Había dado comienzo la etapa moderada y el nuevo reinado de Isabel II.

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