Al calor de la ley de ferrocarriles (que ya hemos analizado con anterioridad), y con deseo de intervenir en los negocios ferroviarios, nacían los grandes establecimientos de crédito: la Sociedad General de Crédito Mobiliario Español, la Sociedad Española Mercantil e Industrial y la Sociedad General de Crédito en España. Así, entre 1856 y 1860 se estructuraron las cinco grandes compañías de ferrocarriles españoles: M.Z.A., Norte, Red Catalana, Andaluces y Oeste.
Al socaire de la protección estatal, de la favorable coyuntura internacional y de los masivos capitales extranjeros, comienza un período de grandes realizaciones.
Cuando en 1868 se paralizaron las obras, como consecuencia de la crisis financiera y de la crisis política subsiguiente, estaban ya realizadas las conexiones con el Norte, Mediterráneo y Atlántico: la red nacional quedaba perfilada en sus líneas generales.
Vencida la crisis, en 1877 se dictaba la ley general de ferrocarriles, que recogía el espíritu de la de 1855. Algunos aspectos importantes pueden ser resaltados durante este último cuarto de siglo: la red ferroviaria duplica la longitud de su trazado, ya que de 6.244 kilómetros en explotación durante el quinquenio 1871-1875, se pasa a 13.168 kilómetros durante el último quinquenio del siglo XIX. Se opera en este período un fuerte proceso de concentración, ya que la compañía M.Z.A., en lucha por completar tramos, llega a monopolizar el servicio ferroviario de Levante y Andalucía, mientras la Compañía del Norte lo hacía entre Madrid y la fachada cantábrica. A otras ochenta compañías les quedaron algunas migajas para ir debilitándose.
En la época de la Restauración, el ferrocarril español va a ser usado intensamente. El tren se abarata, comienza a ser rentable, ya que el gasto por kilómetro recorrido disminuye catorce veces en veinte años: 40,93 pesetas en 1864, 2,98 pesetas en 1884.
Para saber más puedes leer HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE LAS ESPAÑAS II siguiendo este ENLACE
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