10 jun 2012

LA LLEGADA DEL FERROCARRIL A ESPAÑA (I)

En la segunda mitad del siglo XVIII se había intentado crear una red viaria eficiente al servicio de una estructuración orgánica del comercio interior.  Estos inicios, ligados a la época de Floridablanca, madurarán en la segunda mitad del siglo XIX, como consecuencia de la revolución técnica de los sistemas de transporte.
El siglo XIX se abre con un plan práctico de construcción de carreteras, ligado al ingeniero Bethancourt y a la creación del Cuerpo de Ingenieros de Caminos y Canales (1799).
Pero la Guerra de la Independencia y la crisis posterior incidirán en el empeoramiento y en el casi abandono de la red comunera.  Durante el reinado de Fernando VII los kilómetros abiertos no llegan al millar y los reales invertidos alcanzaban los seis millones anuales.
Sin embargo, será en estos años cuando se desarrolle ampliamente el servicio de diligencias.  Aunque este servicio ya se usaba en el siglo anterior, no se implantó de una manera eficaz, excepto en las lineas que unían Madrid con los Reales Sitios.  Serán la iniciativa privada y el auge económico de algunas áreas periféricas los que hagan necesario intensificar las relaciones con el interior y surtir, entre 1815 y 1830, un servicio de diligencias veloz y con horario fijo.
En 1815 se funda en Cataluña la "Compañía de Reales Diligencias" por Gaspar de Reinosa, que enlaza Barcelona con Reus.  En breve plazo extenderá sus servicios a Valencia y Madrid y al resto de España, con servicios semanales o bisemanales de Madrid a Cádiz, a Bayona, Zaragoza, Pamplona, Sevilla, etc.  Antes de que aparezca el ferrocarril serán varias las compañías fundadas que extienden y multiplican los servicios.  Durante los años cuarenta se perfecciona el sistema de diligencias y aparecen evidentes mejoras.  Se iba ganando en rapidez y comodidad relativa, aunque viajar en diligencia siempre resultó caro.
A este servicio de pasajeros se vinculará otro de mercancías, con lo que la articulación del país iba siendo un hecho y un buen prólogo para la época del ferrocarril.  Este espíritu de progreso lo recogió el gobierno nada más terminar la guerra carlistas, y a partir de 1840 se construirán unos 100 kilómetros anuales, pasando a 600 a partir de 1856.
En 1868, cuando Isabel es destronada, la red caminera española se elevaba a 18.000 kilómetros, de los cuales más de la mitad habían sido contruidos en los últimos treinta años.  Es significativo el empleo de nuevas técnicas de firmes, desmontes, puentes, viaductos...  El problema de la viabilidad quedaba en buena parte resuelto, y aunque el ferrocarril deje en muy segundo plano a la diligencia, la actividad en la construcción de carreteras no se interrumpirá.  Al contrario, las carreteras provinciales y los caminos vecinales crecen y se enlazan, aunque sin tener en cuenta las realidades regionales ni la riqueza de las distintas zonas.
Tal será la red viaria que heredará el automóvil cuando irrumpa en nuestra sociedad.

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