Espartero seguía penetrando en territorio carlista, devastándolo todo, al tiempo que el anhelo de paz, siempre y cuando se respetasen los fueros, iba aumentando entre los vascos. El 29 de agosto de 1839, Maroto abandonó por fin todos los intentos de salvar los derechos de don Carlos y firmó el convenio de Vergara, que reconocía a Isabel como reina legítima. Quedaban a salvo la paga y ascensos de oficiales, así como los fueros de las provincias.
En Cataluña, Aragón y Levante, tanto Cabrera como el conde de España tenían escasas posibilidades de resistir a los ejércitos superiores. Por otra parte, el campo, agotado e inseguro, se volvía contra el carlismo.
Para los navarros, cuyo lema era el trono y el altar, el convenio de Vergara fue una traición, un contrato, que aseguraba a los notables locales el poder a costa de la fe.
Los vascos, que habían sentido gran interés por los fueros, no siempre identificaron conservadurismo con fueros y carlismo. Es más, vieron la compaginación de sus fueros con la España constitucional. Esta solución iba tomando cuerpo a medida que avanzaba la guerra, y Espartero, al garantizar los fueros, hizo más posible la paz. El carlismo, sin duda, era algo más que los fueros.
Al igual que en 1936, muchos europeos toman conciencia y parte en esta guerra civil, por creer que en ella se dirimían los problemas de la civilización europea. Era la guerra entre dos grandes principios: el liberalismo y la reacción. Cualquier aspecto de la misma se discutía en la prensa extranjera. El periódico The Times, por ejemplo, dedicaba en los años treinta del siglo XIX dos artículos por semana a la descripción detallada de los acontecimientos políticos y militares de España.
El carlismo ha perdurado como fuerza política activa hasta nuestros días, aun sin producirse la tan ansiada restauración. Los carlistas navarros volvieron a levantarse en 1936 contra la revolución; sin embargo, los frutos de la victoria fueron a parar a sectores más poderosos de la coalición.
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Los vascos, que habían sentido gran interés por los fueros, no siempre identificaron conservadurismo con fueros y carlismo. Es más, vieron la compaginación de sus fueros con la España constitucional. Esta solución iba tomando cuerpo a medida que avanzaba la guerra, y Espartero, al garantizar los fueros, hizo más posible la paz. El carlismo, sin duda, era algo más que los fueros.
Al igual que en 1936, muchos europeos toman conciencia y parte en esta guerra civil, por creer que en ella se dirimían los problemas de la civilización europea. Era la guerra entre dos grandes principios: el liberalismo y la reacción. Cualquier aspecto de la misma se discutía en la prensa extranjera. El periódico The Times, por ejemplo, dedicaba en los años treinta del siglo XIX dos artículos por semana a la descripción detallada de los acontecimientos políticos y militares de España.
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