6 jun 2012

ENTRE EL ASALTO AL PODER Y LA REVOLUCIÓN BURGUESA (III)

A partir de 1854 se va a entrar en una base decididamente expansiva, en la que España se beneficiará de la coyuntura alcista europea.  Se establece la red ferroviaria con grandes importaciones de material, al tiempo que se explotan intensivamente los yacimientos mineros y se exportan plomo, cobre y hierro.  Las grandes compañías M.Z.A. (1856) y NORTE (1858) canalizan la venida de capital extranjero por medio de los Pereire-Rotschild.
Se desarrollan los mercados de consumo interregionales; se expande el cultivo cerealista; se practica una política monetaria deflacionista, al tiempo que se garantizan los capitales extranjeros; la circulación de billetes del Banco de España se multiplica y las grandes sociedades de crédito proliferan; sólo en Madrid hay siete, con un capital global de más de 170 millones de pesetas.
El desasosiego comienza a cernirse y la crisis se desata en 1866.  Varias instituciones de crédito quiebran y los bancos restringen los créditos; sólo en Barcelona se pierden en pocos días 55 millones de duros.  Los núcleos ferroviarios y siderúrgicos también acusan el golpe.  Este cúmulo de circunstancias explica los sucesos revolucionarios de 1868, y un nuevo gobierno adoptará medidas extraordinarias: reforma monetaria y arancelaria, liberación de la economía, apertura de las compuestas al capital extranjero para oxigenar el enrarecido ambiente del proteccionismo y especulación a ultranza.  La tendencia expansionista sigue, pese a las perturbaciones militares, sociales y políticas, y la prosperidad burguesa de la época de Isabel II empalma con la prosperidad  burguesa de la época de Isabel II empalma con la prosperidad burguesa de la Restauración.
Las crisis económicas de 1843, 1847, 1854 y 1866 coinciden con las crisis políticas de 1848, 1854 y 1868.  Las crisis obedecen a un mecanismo típico de sociedades fundamentalmente agrícolas: una o varias cosechas malas traen dificultades para el campesinado; el pan aumenta su precio y la capacidad de compra por parte de las clases populares y trabajadoras disminuye; el mercado interior se desmorona como consecuencia, por otra parte, de unas estructuras industriales todavía débiles; si las fábricas se cierran, aumentan los despidos y disminuyen los jornales, con lo que en las masas miserables ven disminuido su poder adquisitivo.  La crisis es entonces un circuito en el que se suceden las reacciones en cadena.  Alcanza a todos, menos a los grandes propietarios.  Entre los afectados se produce un malestar y descontento contra el gobierno, hasta que la vida política se ve afectada indirectamente por la crisis económica.  Las interconexiones entre crisis económica y crisis política provocan, como hemos visto, estas acciones revolucionarias.

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