29 jun 2012

EL SISTEMA CANOVISTA DEL "TURNO" EN LA VIDA POLÍTICA (I)

Tenemos por fin un sistema basado en dos partidos: el de Cánovas del Castillo (conservador) y e de Práxedes Mateo Sagasta (liberal), que acepta tácitamente las nuevas reglas del juego. Los partidos se turnan equilibradamente cuando ha transcurrido un plazo razonable. Un partido acude al rey cuando quiere gobernar; con el permiso del monarca hace las elecciones y, merced a la corrupción electoral, las gana. el otro partido se apea del gobierno y espera su turno pacientemente.  En estas condiciones, el gobierno parlamentario es claramente una ficción, una farsa. No cabe duda de que el "turno pacífico" adquiere un carácter formal como consecuencia de un acuerdo expreso entre Cánovas y Sagasta, aunque se ponga en entredicho la existencia del Pacto del Pardo, a la muerte de Alfonso XII, en 1885.
Debemos ver, por otra parte, que este eclecticismo político, este "turno" sin contar con el cuerpo electoral, no es exclusivo de la España de la Restauración.  En la misma época, en Italia entran en liza similar la "destra" y la "sinistra", los dos grandes partidos nacionales. Es también la época portuguesa del "rotativismo", en el que alternan igualmente en el poder los dos grandes partidos, el "regenerador" y el "progresista".
El deber de Cánovas es transigir, como dice él mismo, y animar a Sagasta a que robustezca su partido para que pueda gobernar el país. La flexibilidad será, pues, una nota de la Constitución de 1876, en la que pueden realizarse todas las políticas posibles dentro del sistema monárquico constitucional.  el proyecto de Constitución no es más que un conjunto de instituciones con virtualidad suficiente para que esas políticas se desarrollen.  Quedan sin resolver, obviamente, muchas cuestiones, todas las que pertenecen a la auténtica política.
La Constitución de 1876 es un cheque en blanco que los partidos pueden rellenar a su antojo.  No lo podemos llamar de otra manera.  Cánovas había trazado los renglones de este cheque asentando los principios de libertad, propiedad, monarquía, dinastía, soberanía y gobierno conjunto entre el rey y las Cortes; política realista, concebida como "arte de lo posible", que eliminara abstracciones y que facilitara el juego "limpio" entre un gobierno que hace lo que se le pone en mente en nombre del régimen y una "oposición" que también se enfrenta en nombre del sistema.  Cabe ahora preguntarnos cómo se escribió la vida política bajo este principio del equilibrio de las fuerzas contrapuestas.
El "turno pacífico", basado, como se ha dicho, en la creación de dos partidos artificiales y en pactos apoyados por la manipulación electoral, dominó la vida política de la Restauración.  Podemos concluir, pues, que ninguno de los dos partidos, ni sus representantes, creían en la Democracia.
En el partido de Cánovas, unionistas y liberales, moderados razonables y toda una gama de conservadores -entre los que tenían cabida incluso muchos carlistas, terratenientes y episcopado- eran bastones del partido canovista.  En cuanto a sus mentalidades, los había desde partidarios de la tolerancia religiosa hasta abominadores del progreso.
Sagasta era el heredero indiscutible de los progresistas. Trató de aumentar su partido atrayendo a los radicales, a los republicanos y a los derechistas descontentos de Cánovas.  Sagasta era un ingeniero riojano comprensivo, amañador de elecciones, político puro, hábil y experto en fusiones y absorciones: un antídoto del intelectual Cánovas, que nunca leía un sólo libro.  Por todas estas cosas le llamaban "analfabeto" y "viejo pastor".  el programa de este partido liberal era aceptar la Constitución de 1876, pero tratando de meter en ella diversas conquistas de la Constitución de 1869: sufragio universal, jurado, las leyes de prensa liberales, las leyes de asociación, la libertad de cultos... La burguesía era elemento nutriente del partido, en el que también el abanico iría desde conservadores disidentes, como Martínez Campos, hasta los antiguos demócratas y republicanos de siempre, como Emilio Castelar.

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