16 jun 2012

EL OBRERO ESPAÑOL EN EL SIGLO XIX

La España agraria opondrá al capitalismo obstáculos materiales, jurídicos y psicológicos; la España industrial, para vivir, tendrá que ampararse en un proteccionismo terriblemente pesado para la mayoría rural de la población.  Si a esto sumamos la reaccionaria estructura económica del país, veremos que el aumento demográfico no es sino un obstáculo para el desarrollo de la vida en una sociedad con pobres recursos y, para colmo, con unos medios económicos injustamente distribuidos. He aquí el gran problema del siglo XIX.
A partir de principios de siglo irá surgiendo el obrerismo, el proletariado como fruto del desarrollo industrial.  La industria demandará cada vez más un mayor número de población.  el eje de la industrialización y de la marcha del movimiento obrero  se asienta decididamente en Cataluña, de donde procederán las violencias y las soluciones al problema obrero.
A comienzos de siglo había unos 72.000 obreros industriales, que se dividían en 52.000 de la industria lanera, 15.000 de la sedera y 7.000 de la algodonera.  La población industrial aumentó a un fuerte ritmo y en 1826 Moreau de Jones, sumando a fabricantes, negociantes, comerciantes, artesanos y obreros fabriles junto a sus respectivas mujeres e hijos, nos da una cifra de 2.318.256 personas componentes de la población industrial.
Cataluña era la pionera, dado su despegue industrial, cada vez mayor.  En 1841 las industrias textiles catalanas emplearon a 75.930 obreros, de los que 35.507 correspondían a la algodonera.  En 1846 eran ya 53.878, y en 1850 tenemos en esta región:

-31.584 obreros hiladores
-44.400 obreros tejedores
-18.263 obreros más de la industria textil

Esta primera generación de obreros fue tratada con notoria injusticia.  Trabajaban de doce a trece horas diarias, tanto hombres como mujeres y niños.  El trabajo solía desarrollarse en locales infectos y poco o nada ventilados.  Se alimentaban generalmente de bacalao y arenques, ya que no podían comprar carne.  Como esta alimentación les secaba la garganta, era común la tendencia a consumir vino y aguardiente.  Sería interminable presentar testimonios médicos acerca del proletariado industrial español.  
El más famoso higienista español contemporáneo es Pedro Felipe Monleau, que escribió importantes obras sobre el tema como "ELEMENTOS DE HIGIENE PÚBLICA", "REMEDIOS DEL PAUPERISMO", etc...  Destacamos unos párrafos de sus libros:

"Sí, los obreros y sus familias no disfrutan todavía de una alimentación bastante reparadora.  El pan y el vino que ordinariamente consumen no son de la mejor calidad; los vegetales constituyen la base de un régimen más común; y del reino animal apenas conocen más sustancias alimenticias que el bacalao, el escabeche y el tocino;  el obrero come poca carne, pues si bien la compra a menudo, los extremos, los despojos y grasura de los animales, esta "carne de sábado", como se decía antiguamente, nutre muy escasamente y fatiga en gran manera los órganos digestivos."

"Vigilar incesantemente las tabernas, bodegones, posadas y demás casas o puestos donde se da de comer o se venden alimentos preparados o bebidas... Sabido es cuán detestable suele ser la calidad de los artículos que en tales sitios se expenden o preparan.  Carne pasada, bacalao o escabeche podrido, salazón pasada, pan adulterado, vino emponzoñado, fruta verde o pasada, embutidos malsanos, aceite rancio o mezclado con sebo, chocolate sin cacao, agua de cualquiera sustancia más o menos inofensiva por café, carbón mojado, desaseo, inmundicia...  He aquí lo que generalmente se encuentra en las fondas y cafés del pobre y del jornalero.  La humanidad y la justicia demandan a grito herido el pronto y eficaz remedio de tamaño abandono."

La penosa situación del obrero queda aún mejor reflejada en este testimonio:

"Muchas son las habitaciones insalubres; pero las de la clase pobre, y por consiguiente las delos obreros, lo son todas..., todas ellas son además, o muy bajas (y privadas por consiguiente de luz y calor), o muy altas (y expuestas, por lo tanto a los rigores de las temperaturas extremas, del viento, etc.), y siempre reducidas en demasía.  Por manera que el aire que respira el obrero en su casa es casi tan impuro como el que respira en el taller.  Cuando la ciencia pide de doce a catorce metros cúbicos de aire por individuo..., hay casas en las cuales el inquilino ocupa una habitación donde apenas encuentra de tres a cuatro metros cúbicos de aire respirable.  Yo digo que debe prohibirse el alquiler de semejantes habitaciones.  Es una industria culpable el especular con el primero de los bienes que dio Dios al hombre, con el aire que respira... La insalubridad...no llama la atención hasta que no se tocan las consecuencias, hasta que una epidemia cualquiera viene a advertirnos.  Inconvenientes higiénicos que aún encuentro más acentuados en las fábricas y talleres...; entrad en una filatura de algodón, por ejemplo, y al punto sentiréis un olor desagradable y cierta constricción en la garganta... Conté 178 individuos, entre oficiales y aprendices, que cómodamente sólo podía contener unos 25; era de noche, los mecheros de gas ardían desde las cuatro de la tarde; la ventilación era casi nula; a los pocos minutos tuve que salirme medio asfixiado.  ¿Cómo habían de poder gozar de buena salud aquellos infelices que diariamente respiraban por espacio de quince horas un aire por demás impuro?... No es extraño, pues, que la estadística, en inexorable lenguaje, nos diga que se encuentra doble número de tísicos entre los obreros que trabajan en fábricas o talleres."


Para saber más puedes leer HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE LAS ESPAÑAS II siguiendo este ENLACE

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