10 oct 2015

LOS OTROS CONQUISTADORES Y EXPLORADORES DE AMÉRICA (III)

Belalcázar, Federmann y Jiménez de Quesada sometieron al Consejo de Indias sus diferencias. Belalcázar fue confirmado en el gobierno de Popayán. Federmann, acusado por los Welser de querer obrar por cuenta propia, fue descartado. Jiménez de Quesada, una vez que entregó el mando al hijo del adelantado, Luis Fernández de Lugo, volvió a España (1539-1550), donde se dedicó a escribir sobre cuanto había vivido en el Nuevo Mundo. En 1550, nombrado capitán general, volvió a Santa Fe, donde vivió rodeado de respeto hasta que murió en 1579 en Mariquita. En el siglo XVIII, aquellso territorios fueron englobados en el virreinato de Nueva Granada.
La región del Amazonas fue explorada en los años que siguieron a 1539, fecha en que Gonzalo Pizarro salió de Quito con 340 españoles y 4.000 indios, un rebaño de llamas para transportar la impedimenta, caballos y una gran piara de cerdos, que irían sacrificando conforme fuesen necesitando carne y grasa. Como lugarteniente suyo iba el extremeño Francisco de Orellana. Los expedicionarios salvaron la cordillera de los Andes y entraron en la cuenca del Amazonas. Orellana, en un bergantín construido aprovechando los clavos de las herraduras de los caballos, que fueron sacrificados y comidos, se adelantó a Pizarro y, entusiasmado por la aventura, lo abandonó; recorrió no menos de 1.800 leguas, navegando por la corriente del enorme río. En algunos puntos fueron atacados por grupos de indígenas, que lanzaban contra ellos flechas envenenadas. Al ver entre los atacantes a numerosas mujeres, Orellana decidió bautizar aquel río con el nombre de Amazonas, en recuerdo de las míticas luchadoras. En septiembre de 1541 llegaron al océano, después de sustituir el bergantín por un navío mayor que construyeron valiéndose de los más inverosímiles recursos: a falta de clavos, utilizaron cuñas de carbón de lea, y para conseguir las altas temperaturas que necesitaban para endurecerlo, fabricaron fuelles con el cuero de sus borceguíes. Orellana volvió a España y consiguió autorización para conquistar las tierras que había descubierto; pero murió en el viaje de regreso a América, y la empresa se abandonó.
La conquista de Chile, emprendida por Diego de Almagro en 1535, llevó a los españoles hasta el valle de Aconcagua, después de verse obligados a sostener sangrientas luchas con los belicosos indios araucanos. Desde aquel valle salieron varias expediciones, como la de Juan de Saavedra, que llegó a la bahía de Valparaíso; la de Gómez de Alvarado, que exploró el valle del Maule, y la que el mismo Almagro dirigió hasta el valle del Maipo. Abandonada aquella empresa por Almagro, Pizarro la encomendó a Pedro de Valdivia, extremeño también, de La Serena (Badajoz). La expedición de Valdivia salió de Cuzco en 1540. Al año siguiente fundaron la ciudad de Santiago de Chile, donde se organizó un municipio que, como había ocurrido en Veracruz con Cortés, dio a Valdivia el nombramiento de gobernador y capitán general, que le independizaba de Pizarro. En 1549, Valdivia acomete la conquista del sur, la tierra de los araucanos. Conforme avanzaban, iban fundando ciudades como las de La Concepción, La Imperial, Valdivia, Angol y Villa Rica. Los araucanos, gente muy aguerrida y con una combatividad de que carecían otros pueblos americanos, organizaron, por inspiración del cacique Colocolo, una gran federación de tribus; el ejército, encomendado a un magnífico guerrero, llamado Caupolicán, chocó contra los españoles en la batalla de Tucapal (1554). Valdivia, derrotado y preso, halló la muerte de manos de los araucanos, después de sufrir los más horribles tormentos. Continuaron la empresa Villagrán, primero, y más tarde el joven García Hurtado de Mendoza, hijo del virrey del Perú (1557). En sus tiempos, Caupolicán preparó un ataque a la ciudad de Cañete; pero el capitán Alonso de Reinoso dejó entrar en ella a los araucanos y luego cayó sobre ellos apresando a su jefe, que fue ajusticiado por empalamiento. Todavía fue necesario luchar ásperamente para dominar por completo el país.
Terminaremos nuestra relación hablando de los territorios del Plata. Entre los pioneros que exploraron el interior de aquéllo destacó Alejo García, superviviente de la expedición de juan Díaz de Solís (1515), quien, con otros cuatro compañeros, atravesó el Chaco, hasta llegar al Perú. Ocho años duró su viaje por tierras de los indios guaraníes, cuyo idioma aprendió y de los que recibió finalmente la muerte. Sebastían Cabot, en 1526, remontó el curso del río de la Plata (entonces llamado Río de Solís), y luego los del Paraná y el Paraguay. Uno de sus acompañantes, Miguel Rifos, exploró también el río Bermejo.
En 1536 Pedro de Mendoza, nombrado por el emperador adelantado de aquellsos territorios, fundó en la desembocadura del Plata un fuerte y una pequeña villa, que se llamó Santa María del Buen Aire o Nuestra Señora de Buenos Aires. Por orden suya, Juan de Ayolas y Domingo Martionez de Irala remontaron el Paraná buscando una comunicación con el Perú. El primero llegó hasta Candelaria en 1537 y luego pasó al Perú. Entretanto, Juan de Salazar fundaba la ciudad de Asunción, capital de Paraguay, adonde se trasladó el gobierno de la colonia, abandonando Santa María del Buen Aire, ciudad constantemente hostigada por los indios (1539). En 1541 llega a Asunción un nuevo adelantado: Alvar Núñez Cabeza de Vaca, de cuyas andanzas por Norteamérica ya hemos hablado. Por encargo suyo, Martinez de Irala prosiguió sus exploraciones, que luego se completaron con una amplia labor de colonización. En 1580, Buenos Aires sería fundada por segunda vez por obra de Juan de Garay, quien la emplazó en un lugar más favorable que el que primeramente había tenido. En el siglo XVIII con aquellos territorios se constituyó el virreinato del Río de la Plata.

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