8 oct 2015

LOS OTROS CONQUISTADORES Y EXPLORADORES DE AMÉRICA (II)

La conquista del Perú por Pizarro animó a Pedro de Alvarado, gobernador de Guatemala, a ocupar los territorios de la actual República de Ecuador, a pesar de que caían bajo jurisdicción de Pizarro. Éste, al saberlo, envió a Sebastián de Belalcázar para que ocupase aquella provincia antes que Alvarado (1535). Cuando las tropas de ambos parecían dispuestas a un fatal encuentro, Alvarado cedió en sus pretensiones, a cambio de una indemnización de 100.000 ducados, y se retiró. Belalcázar, nombrado gobernador de aquella región, se estableció en Quito; pero, deseando librarse de la tutela de Pizarro, inició la conquista de los territorios meridionales de la actual Colombia, donde fundó, en 1536, la ciudad de Popayán y exploró los valles de Conuca y Magdalena. En 1538 llegó hasta Bogotá, donde se encontró con otros dos conquistadores que habían llegado al mismo sitio, procedentes de distintos puntos: Gonzalo Jiménez de Quesada, que ya venía de Santa Marta, en la costa del mar Caribe, y Nicolás Federmann, que había salido de Venezuela.
Gonzalo Jiménez de Quesada, uno de los más famosos y cultos de los conquistadores, había ido a Santa Marta como juez, acompañando al adelantado don Pedro Fernández de Lugo. Aquel territorio pareció inhóspito a los conquistadores, quienes decidieron penetrar en el país. Tras el fracaso de una primera expedición, el adelantado confió una segunda a Jiménez de Quesada, que remontó el río Magdalena. Al llegar a la meseta, encontró un país llano, bien cultivado, donde abundaba el agua y menudeaban los poblados. Estaban en el país de los "chibchas", pueblos poseedores de una civilación comparable, en algunos aspectos, a la de los mayas e incluso a las de los aztecas e incas. Sometidos los indios tras algunas escaramuzas de poca importancia, Jiménez de Quesada bautizó el país con el nombre de Nueva Granada y fundó la ciudad de Santa Fe (luego, Santa Fe de Bogotá), en recuerdo de aquella otra Santa Fe que los Reyes Católicos habían edificado en los días de la guerra de Granada. Allí se encontró, como se dijo, con Belalcázar y con Federmann.
Nicolás Federmann venía de Venezuela. En 1525, el emperador había concedido a la rica familia de banqueros alemana de los Welser las autorizaciones necesarias para comerciar con las Indias como si fueran súbditos españoles. A raíz de esta concesión, los Welser establecieron sus factorías en Sevilla y en La Española. Sus capitales pronto acudieron a los negocios mineros del Nuevo Mundo, donde participaron en los lavaderos de oro de Santo Domingo y en varios yacimientos de cobre y plata. Atraídos por las leyendas que corrían sobre Eldorado, pusieron sus ojos en Venezuela y consiquieron que Carlos V, a quien prestaban dnero con frecuencia, les concediese unas capitulaciones similares a las que se daban a otros conquistadores, por las que se les nombraba gobernadores de Venezuela. Los Welser enviaron a la zona como representante suyo a Enrique Ehinger (a quien nuestros cronistas llamarían Alfinger) y a Jerónimo Seyler. En 1530 Ehinger exploró las costas del lago Maracaibo, y otras muchas regiones en los años siguientes, ayudado por Nicolás Federmann. Los alemanes, que no sentían las preocupaciones colonizadoras y evangelizadoras de los españoles, sino únicamente los intereses propios y de sus mandatarios, dieron a los indios un trato tan cruel y tan en contraste con el que éstos recibían de los españoles, que los indígenas se sublevaron y dieron muerte a Ehinger. Le sucedió Jorge Hohermut (1534), quien comisionó a Federmann para que realizase la expedición que le llevó a Bogotá. Poco después, Carlos V quitaría a los alemanes el privilegio que les había concedido, y encargaría nuevamente a los españoles gobernar Venezuela.

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